Semáforo, Semáforos
Fuente: Pixabay.

Rav Shlomo Aviner

Publicado por Majon meir

Cuiden mucho sus vidas, ¡Conduzcan con cuidado!

 Una noche, un hombre estaba conduciendo un carro a caballo. El carro volcó y murieron su hijo y su servidor. El sabio Rabí Akiva Iguer determinó que el hombre debía calcular cuánto habría gastado en la boda de su hijo. Con ese dinero, debía educar a jóvenes de familias pobres y cuando el mayor de ellos se casara, recibiría el nombre de su hijo. En cuanto al servidor, el hombre debía contribuir con dinero durante toda su vida para la educación de los hijos de pobres. Asimismo, debería pagar para el estudio de Mishnaiot y para que fuese pronunciado por ellos el Kadish. Además, diez personas debían ir a las tumbas del hijo y el sirviente a pedir perdón en su nombre. En cuanto a los tormentos personales, como era un hombre que se encontraba próximo a la vejez, alcanzaba con que durante tres años ayunase los lunes y jueves y las vísperas de Rosh Jodesh y Aseret Iemei Tshuvá. Después de transcurridos los tres años, debía ayunar medio día. A lo largo de toda su vida, no debía recibir invitación alguna a un casamiento. Además, cada noche, antes de dormir, debía confesarse con el corazón roto y con grandes llantos para pedir el perdón de D’s.

Todo esto fue pronunciado para un caso que fue mucho menos que “shogueg”, por inadvertencia, tal como lo demostró Rabí Akiva Iguer. Si se hubiese demostrado que era “shogueg” hubiera sido aún más duro. En dichos casos, ante la falta de cuidado, la Torá llama al transgresor “asesino” y es sentenciado a permanecer encerrado en una ciudad de refugio. Si sale de allí, el “vengador de sangre” (Bamidbar, 35) puede matarlo. “Shogueg” que implica la “falta de prevención” (Aruj Hashuljan, Joshen Mishpat, 422:7) comete una falta muy severa.

El caso es mucho más grave cuando se trata de un “shogueg que limita con mezid – intencional”. Entonces, el “vengador de sangre” puede matarlo donde sea y la ciudad de refugio no le ofrece protección alguna. Por ejemplo: si una persona derriba un muro y tira las piedras en un lugar donde el público suele pasar. El Rambam (Maimónides) lo define como sigue: “Pueden haber casos en los cuales alguien mata sin advertir (“beshogueg”) que limita con intencional (“bemezid”). Esto puede suceder donde mostró negligencia o debería haberse cuidado más y no lo hizo. En ese caso, dado que su pecado es tan grave, no podrá ir a una ciudad de refugio. Estará únicamente obligado a salir al exilio. Por lo tanto, si el “vengador de sangre” lo encuentra en cualquier lugar y lo mata, el “vengador de sangre” estará libre de culpa” (Hiljot Rotzeaj Ushmirat Hanefesh, 6:3).

Las autoridades rabínicas contemporáneas escribieron que si alguien no obedece las leyes y las señales de tránsito o si conduce a una velocidad exagerada, será juzgado como “shogueg que limita con mezid – intencional” (Rabí Itzjak Weiss, Minjat Itzjak,8:148; Rabí Ovadia Yosef, 5:16)

En nuestros tiempos no hay “vengadores de sangre” ni “ciudades de refugio”. Pero hay quienes han sugerido que quien estuvo involucrado en un accidente mortal, su crimen deberá ser tratado como criminal: exigiendo el juicio, el arresto, y una marca infamante de por vida, conforme a la Mishná: “Si un asesino que ha escapado a una ciudad de refugio y los pobladores de esa ciudad desean homenajearlo, deberá decirles: ‘Soy un asesino’” (Makot, 12b).

Otros propusieron que se le obligue a realizar un servicio público en el Hospital Levinstein, en el Departamento de Rehabilitación de víctimas de accidentes de tránsito. Hay otros que proponen que todo aquel que recibe el permiso de conducir esté obligado a visitar en el hospital.

El Rabino Moshé Tzvi Neria relató cómo los accidentes de tránsito hubiesen quebrantado al Rav Kook, y los vehículos realmente lo preocupaban mucho. Solía decir: “Si hubiese un Sanhedrin, quizás prohibiría los paseos en automóvil y los permitiría únicamente para necesidades urgentes. Un Sanhedrin que determinaba la pena capital una vez cada siete años era llamado “sangriento” y hay quienes dicen ‘una vez cada setenta años’ (Makot, 7a), a pesar de que llegaba a una decisión de este tipo después de investigaciones y legislaciones minuciosas. Cuanto más debemos ver con severidad los accidentes que son el resultado de la falta de prudencia y la prisa. ¿Cómo es posible permitir que un automóvil circule por las calles sin limitación? ¿Acaso puede el público mejorar las condiciones de su viaje y ganar tiempo a cuenta de la vida del prójimo?” (Likutei HaReaiá, II:42).

Es importante saber que: una violación a las leyes del tránsito es un pecado contra la Torá como comer cerdo. Viajar a una velocidad más allá de los permitido es un pecado contra la Torá como la profanación del Shabat. El adelantar por la línea blanca es un pecado contra la Torá como las reglamentaciones de la pureza de la familia. ¡Si no peor!

Contrariamente, quien observa todos estos principios, cumple un precepto de la Torá: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, “Guardad bien vuestras almas” y “la santificación del nombre de D’s”.

Manejar un automóvil es una escuela de buenas virtudes: “Sea gentil, permita pasar al otro coche… Sonría a los peatones como si les dijera: ‘Por favor – pase’…No corrija a los otros sino corríjase sólo a sí mismo…”

¿Quién es el héroe? Quien conquista su propio automóvil.

 

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