Tratado de meguilá

             

Biografías

 

1. Raban Shimon Ben Gamliel

2. Rabi Iosi Ben Jalafta

3. Rabi Yehuda Bar Ilay

4. Rabi Meir “Baal Hanes”

RABAN SHIMON BEN GAMLIEL

 Cuarto Presidente de la
casa de Hilel.

Fue Presidente del
Sanhedrín, en la generación de la destrucción, junto a los Grandes Sacerdotes,
Janan ben Janan y Ieoshua ben Gemala, actuó como dirigente de Ierushalaim
durante la guerra con los romanos.

Era considerado como un
hombre inteligente, que supo palear situaciones complejas encontrando soluciones
que fueron aceptadas por la comunidad.

Era un dirigente
moderado, que bregaba por la paz, y según una opinión fue asesinado por los
celotes.

Pocas son las enseñanzas
que recibimos en su nombre, porque todas eran mencionadas en nombre de la casa
de Hilel.

Su hijo Raban Gamliel de
Yavne, nos transmite lo que le enseñó su padre (Mishna Eruvín 6:2).

Participaba activamente,
en la ceremonia de “Bet-Hashoeva”, (ver Mishna Suca 5:2-3), en el templo y
danzaba teniendo ocho antorchas encendidas, las lanzaba y ninguna de ellas
tocaba el suelo (Tosefta, Suca 4:4).

Entre sus máximas más
conocidas encontramos en el Tratado de Avot: “toda mi vida la pasé entre Sabios,
y nada hallé mejor para el cuerpo que el silencio, lo principal no es la teoría,
sino la práctica”. Todo aquel que multiplica sus palabras, introduce al pecado
(1:17).

RABI IOSI BEN JALAFTA

Taná de la cuarta
generación (135-170), es mencionado en la Mishná y otros como Rabí Iosi, uno de
los cinco alumnos de Rabí Akiva, compañero de Rabí Meir, Rabí Yehuda, Rabí
Shimon y Rabí Elazar.

Sus conocimientos
recibió de los Sabios de Yavne, como también de su padre Rabí Jalafta y de Rabí
Iojanan ben Nuri, su Rabino era Rabí Akiva, y cuando la situación durante la
rebelión de Bar-Kojva, se volvió imposible, fue Rabí Yehuda ben Baba, el cual lo
consagró como Rabí.

Tuvo buenas relaciones
con los sabios de la época, y era muy querido.

Sobre Rabí Meir, dijo:
“Un gran hombre, un hombre santo, un hombre humilde (Ierushalmi Brajot 2:7).

Cuando le transmitieron
las enseñanzas de Rabí Shimon citó el versículo de Mishle:24:26 “Besarán los
labios, de aquel que da respuestas acertadas”.

Rabí Ieoshua el
príncipe, era su alumno, el cual lo admiró (Nida 68:2).

Cuentan:

Cuando Rabí Yehuda
quería objetar a las palabras de Rabí Iosi, solía decir: “Nosotros, los pobres
(en conocimientos), ¿cuestionaremos las palabras de Rabí Iosi?”. Como hay
diferencia entre el “lugar más santo del Templo y el lugar más profano”, así la
hay entre nuestra generación y la de Rabí Iosi (Ierushalmi Gitin 6:7).

Vivió en Tzipori
(Galilea), allí tenía su Yeshiva y su Tribunal.

Su profeción era la
marroquinería (Shabat 49:1-2), y tenía un campo el cual lo trabajaba (Shabat
118:2).

Su hermano falleció, sin
dejar hijos, y Rabí Iosi cumplió con el precepto de “iebum” (levirato), se casó
con la viuda y tuvo cinco hijos, todos fueron eruditos de la Torá, los más
conocidos son: Rabí Ishmael, y, Rabí Elazar. Rabí Iosi orgulloso de sus hijos
dijo: “Plante cinco cedros en Israel” (ídem, ídem).

Entre sus máximas
encontramos. “Escuché una voz que susurra como una paloma” y dice: “oh, que
destruí mi casa, quemé mi palacio, y exilé a mis hijos entre las naciones” (Brajot
3:1).

 RABI
YEHUDA BAR ILAY

Conocido como Rabí
Yehuda. Uno de los grandes tanaítas de la cuarta generación. Uno de los últimos
alumnos de Rabí Akiva, que volvieron y fijaron las bases de la Torá en Eretz
Israel, después de la crisis causada por los malos edictos y exterminios después
de la rebelión de Bar-Kojva (135).

Era hijo de Rabí Ilay,
alumno de Rabí Eliezer y nativo de la ciudad de Usha en la baja Galilea.

Los conocimientos los
recibió de su padre que le enseñó las enseñanzas de Rabí Eliezer.

En su temprana infancia
estudió Torá con Rabí Tarfon en Lod (Meguilá 20:1). Rabí Tarfon le tuvo mucho
cariño y lo llamaba “mi hijo”.

Rabí Yehuda transmite
sus dictámenes halájicos (legales) como también los de los otros sabios de Yavne,
Rabí Eliezer, Rabí Ieoshua, Raban Gamliel, Rabí Elezar ben Azaria, Rabí Ishmael
y Rabí Iosi el Galileo.

Su maestro por exelencia
fue Rabí Akivá, quien le enseñó los senderos del Midrash, y según éstos basó el
Midrash halájico del libro Vaikra (tercer libro del Pentateuco).

Junto con sus cuatro
compañeros, propagó la Torá, ya que el mundo quedó desolado después del caos y
aniquilación consecuencia de la rebelión contra Roma.

No fue Rabí Akivá quien
los ordenó como rabino, por causa de las persecuciones, sino Rabí Iehuda ben
Baba, quien lo hizo en un lugar situado entre Usha y Shfaram, a escondidas, por
la amenaza de muerte de los romanos (Sanhedrin 14:1).

Después de que el
gobierno romano cesó con los edictos y parecidos, los Sabios de la generación se
reunieron en la ciudad de Rabí Yehuda y dijeron: “todo aquel que estudió, que
venga y estudie, y aquel que no lo hizo, que venga y estudie” (Shir HaShirim
Raba 2:5).

El trabajo era inmenso,
Rabí Yehuda y sus compañeros debían recuperar lo perdido a causa de la
aniquilación y destrucción, y su acción fue coronada por el éxito. En corto
tiempo llenaron todo Israel de Torá (Shabat 33:1).

Más de seiscientas
halajot (leyes) se encuentran en la Mishná, su nombre aparece en todos los
Tratados Talmúdicos, con excepción del Tratado Kinim (nidos).

También a nivel de la
Agadá, encontramos su nombre, tanto en el Midrash, como en el Talmud.

Sus alumnos eran sabios
de la quinta gneración de los tanaítas, entre ellos: Rabí Elazar, hijo de Rabí
Shimón, Rabí Ishmael y Rabí Iosi; también Rabí Iehuda Hanasi (El Príncipe)
recopilador de la Mishná, era uno de sus alumnos.

Rabí Yehuda era
considerado muy piadoso por su gran humildad, estaba siempre dispuesto a ceder a
su honor para hacer las paces entre hombre y mujer.

Una vez dijo un hombre a
su mujer: Te prometo que no tendrás ningún provecho de mi, hasta que hagas
probar tu comida a Rabí Yehuda y Rabí Shimón. Rabí Yehuda probó, pero Rabí
Shimón vió una falta al honor de la Torá y no probó (Nedarim 66:2).

Como Rabí Tarfon, su
maestro, opinaba Rabí Yehuda que la acción precede al estudio (Ierushalmi,
Jagiga 1:7).

Amaba al trabajo y
decía: “Todo el que no enseña a su hijo un oficio, le enseña a robar” (Kidushin
29:1), pero a pesar de eso, “haz el estudio tu ocupación principal, y del
trabajo una ocupación complementaria” (Brajot 35:2).

Rabí Yehuda proyectaba
luz y bondad, sus costumbres y maneras anunciaban su santidad y sabiduría. “En
la víspera del sábado le traían un recipiente lleno de agua caliente, lavaba su
cara y sus pies, y vestía de blanco, pareciéndose a un ángel” (Shabat 28:2).

RABI MEIR “BAAL HANES”

(EL HACEDOR DE MILAGROS) (135-170 EC)

El más grande de los
tanaítas de la cuarta generación, el más importante de los alumnos de Rabí Akivá,
pertenece al grupo de sus cinco últimos alumnos, nuestros maestros del sur (Rabí
Meir, Rabí Yehuda, Rabí Iosi, Rabí Shimón y Rabí Elazar) que “llenaron todo
Israel de Torá”, (Bereshit Raba 61:3), después y de los malos edictos romanos,
de la rebelión de Bar Kojva, que prohibieron su estudio y su observancia.

Estudió también con Rabí
Ishmael. Uno de sus maestros fue Elisha ben Abuya, conocido bajo el nombre de
“ajer” (el otro), también después de haber abandonado el camino de la Torá, Rabí
Meir siguió escuchando sus enseñanzas, diciendo: “Una granada comió, la cáscara
tiró y su contenido ingirió”.

Por cuestiones de
seguridad, fue Rabí Iehuda ben Baba quien lo ordenó como rabino, junto a los
otros cuatro estudiosos.

En la época de la
persecución de los romanos al prohibirse la intercalación del año, lo enviaron a
Asia, a realizarlo (Mejita 18:2).

Después de la nefasta
época romana, al regresar la tranquilidad al país, se formó un consejo bajo la
presidencia de Raban Shimon ben Gamliel, Rabí Natan era el presidente del
Sanhedrín y Rabí Meir fue nombrado jajam (sabio) (Horaiot 13:2), por una
discusión que irrumpió entre Rabí Natan y Rabí Meir y el presidente, tuvo el
segundo que abandonar su lugar y emigrar a Asia, pasando allí sus últimos días.

Rabí Meir tuvo un papel
importante en la recopilación de la Mishná según la tradición “Stam Mishná Rabí
Meir” (una mishná sin el nombre del que emitió los conceptos, sabido es que
pertenece a Rabí Meir (Sanhedrín 86:1).

Rabí Meir se destacaba
por su sagacidad e inteligencia privilegiada, dijeron. “Todo el que ve a Rabí
Meir en la casa de estudios, es como si las montañas saliesen de su lugar y
moliese una con otra”. (Sanhedrín 24:1).

Fue admitido por sus
congeneraciones y por las generaciones que le siguieron. Rabí Iosi ben Jalaftá,
su compañero, lo presentó ante la gente de Tzipori dciendo: “un gran hombre, un
hombre santo, un hombre modesto” (Yerushalaim Moed Katan) (3:5).

Resh-Lakish llamó a Rabí
Meir: “la boca santa”. (Sanherín 23:1).

En la última generación
fue colocado en la misma línea que Ezra el escriba, Hilel y Raban Iojanan ben
Zakai (Vaikra Raba 2:11).

A pesar de su grandeza,
no ameritó que fuese fijada la ley según su opinión, sobre eso se expresa Rabí
Aja bar Janina: Sabido es ante quien dijo: “el mundo fue creado (HaShem) que no
hay en la generación de Rabí Meir, un sabio de su nivel, y ¿por qué no fijaron
la ley como él? Porque sus compañeros no podían precisar sus ideas, ya que
sobre algo puro probaba que era impuro por medio de ciento cincuenta argumentos”
(Eruvin 13:2).

Rabí Meir se destacó
también en la Agadá. Era un gran orador y querido por todas las capas sociales.
Su discurso lo dividían en tres partes: halajá (ley), agadá (leyenda) y fábulas,
dijeron los sabios. Al morir Rabí Meir desaparecieron los fabulistas (fin de
Sota).

Rabí Meir era un
escriba. Escribía “rollos de Torá y meguilot”, se destacó en su trabajo,
especializándose en la caligrafía, para lo cual él mismo preparaba la tinta.

Conocía las sagradas
escrituras de memoria y, una vez, a falta de texto, escribió el rollo de Esther
de memoria (Meguilá 18:2).

Sobre su origen y su
familia no tenemos conocimientos, lo contrario a sus otros compañeros alumnos de
Rabí Akivá, que fueron siempre mencionados con el nombre de su padre. Rabí Meir
no fue llamado nunca con el nombre de su padre y nuestras fuentes no lo
mencionan.

Según una opinión, su
nombre era Rabí Nehoray, y su sobrenombre Meir, porque alumbraba (meir) los ojos
de los sabios con sus explicaciones.

Su mujer se llamaba
Beruriá, la hija del Tana Rabí Janina ben Tradeon, que era famosa por sus
conocimientos de Torá, su sabiduría y buenas acciones. Tuvo dos hijos que
murieron a temprana edad como lo que nos relatan nuestros sabios.

Rabí Meir estaba en la
casa de estudios un día sábado, a la hora de la oración de la tarde. Fue
entonces cuando murieron sus dos hijos. Beruriá, su madre, los acostó en la cama
y los tapó con una cobija.

Al terminar el sábado,
Rabí Meir regresó del Bet Hamidrash (casa de estudios) y preguntó a su mujer:
“¿Dónde están los dos niños?”. Ella contestó: “Fueron al Bet Hamidrash”. El
replicó: “Los estuve esperando en el Bet Hamidrash, pero no los he visto”.

Ella le ofreció comida a
su esposo. Rabí Meir volvió a preguntar: “¿Dónde están los dos niños?”, y ella
contestó: “A veces van a tal lugar, pero pronto regresarán”.

Beruriá ofreció comida a
su esposo. Cuando había dicho la bendición de después de la comida, ella le
dijo: “Rabí, tengo que hacerte una pregunta”.


Habla


Rabí,
hace mucho tiempo vino un hombre y me confió un depósito. Ahora ha vuelto.
¿Tenemos que devolverle su depósito o no?


Hija
mía, el que recibe un depósito está obligado a devolvérselo a su dueño.


Yo no
lo hubiera devuelto, sin habértelo dicho antes.

Entonces tomó a su
esposo por la mano, lo hizo subir a la recámara, a la cama, y quitó la cobija
que estaba extendida sobre dos hijos. Al verlos, Rabí Meir comenzó a llorar y a
lamentarse. Beruriá le dijo:  “HaShem nos los había confiado por cierto tiempo;
ahora su dueño los ha vuelto a pedir, ¡que su nombre sea bendecido!”.

En esta forma, su mujer
consoló a Rabí Meir (Midrash Mishlé 28).

Por sobre todo, colocó
Rabí Meir el estudio de la Torá al más alto nivel, porque es ella quien educa a
la persona, afina su espíritu y da forma a su manera y comportamiento. Y así se
expresa en (Pirkei-Avot Cap.6:2).

“Rabí Meir dice: Todo
aquel que se ocupa de la Torá por la Torá misma, se hace merecedor de muchas
cosas, y no sólo ello, sino que el universo entero justifica su existencia por
él. Es llamado amigo, amado, que ama al Omnipresente, ama a las criaturas, es
revestido de humildad y reverencia, lo prepara para ser justo, piadoso, recto y
fiel, lo aleja del pecado y es acercado al mérito, es posible recibir de él:
consejo, criterio, intuición y fortaleza, pues fue dicho: “Mío es el consejo y
el criterio, intuición soy, mía es la fortaleza”. (Mishle 8:14), le es otorgado
el reinado, el dominio y el escrutinio de la Torá, le son revelados secretos de
la Torá, se hace como un manantial que fluye sin cesar y como río, que no
aminora su curso, tiene recato y paciencia, perdona las ofensas y lo engrandece
y eleva por sobre todas sus hechuras”.

Como el ocuparse de la
Torá es lo más importante, Rabí Meir apremia a estudiar, y nos previene de no
desatender el estudio: Se parco en ocupaciones mundanas y dedícate a la Torá, sé
humilde ante todas las personas. Si desatiendes la Torá, tendrás muchos
obstáculos opuestos a ti; pero si te ocupas de la Torá, hay una gran recompensa
para serte otorgada. (Pirkei-Avot 4:10).

Rabí Dostay en nombre de
Rabí Meir dice: “Todo aquel que olvida una palabra de lo que aprendió, la
escritura lo considera como si hubiera perdido su alma”. (Pirkei-Avot 3:8).

No sólo estudiar debe la
persona, sino también enseñarla a otro, y el que estudia Torá y no la enseña es
considerado: “que desprecia el verbo de HaShem” (Sanhedrín 99:1).

Cuán odiada es la
ignorancia, porque si no hay Torá, no hay educación y respeto, y los ignorantes
actúen groseramente, sin pena y vergüenza. Por eso todo el que casa a su hija
con un ignorante es como si le atase y la coloca frente a un león (Psajim 49:2).

Junto a su gran amor por
el estudio de la Torá, nos aconseja no dejar el trabajo a un lado, y así enseña
en el Tratado de Kidushin 82:a.

Rabí Meir dice: debemos
enseñar a nuestro hijo un oficio digno, y luego rogar a aquel que posee la
riqueza, pues todos los oficios pueden conseguir que el obrero siga siendo pobre
o bien que se enriquezca; ni la pobreza ni la riqueza dependen del oficio, todo
depende del mérito del obrero … Pero agrega: Rabí Nehoray dice: dejo de lado
todos los oficios del mundo, y sólo enseño a mis hijos la Torá, ciencia cuyos
frutos se comen en este mundo, pero cuyo capital queda íntegro para el mundo
futuro.

Todas las cualidades que
enumeró Rabí Meir en la persona quese ocupara de la Torá por la Torá misma se
cristalizaron en él. Era amigo, amado, amó al Omnipresente y amó a las
criaturas. Su gran amor por las personas sale a relucir en la siguiente fuente
talmúdica:

“Rabí Meir acostumbraba
dar una clase, todos los viernes a la noche en la sinagoga de Jamta. Una mujer
solía participar, viernes tras viernes, para escuchar las sabias palabras del
rabí. Una vez el Rabí tardó más de la cuenta y la señora regresó a su casa
cuando la vela estaba ya apagada.

– No entrarás a mi casa
(dijo el esposo) hasta que vayas y escupas en la cara del Rabí.

Cuando Rabí Meir tuvo
conocimiento del asunto, le pidió que escupiera en su ojo para sacarle el “ain
hará” (mal de ojo), y que lo repita siete veces consecutivas.

Cuando lo hizo, le dijo
el Rabí: Ve y dile a tu marido:

-“Tú me dijiste escupir
una vez y yo lo hice siete”. (Yerushalmi Sota 1:4)”.

            Como amaba a
las personas no escatimaba esfuerzos para hacer las paces entre el hombre y su
prójimo. (Gifin 52:1). Amaba tanto a judíos como gentiles, malos y buenos,
porque el Santo bendito ama a todas las cruaturas.

            Su amor por
Eretz Israel no tenía límites, proclamaba: “Todas clases de plantas crecen en
Eretz Israel, y no falta nada en Eretz Israel” (Brafit 36:2).

            Las piedras
de Eretz Israel todas son santas (Kidushin 54:1). Un gran mérito es habitar en
Eretz Israel, grande fue su pena cuando tuvo que emigrar a Asia, decía todo
aquel que habita en Eretz Israel, la tierra expía sus pecados (Sifri Aazinu).

Antes de su muerte
ordenó subir sus restos a Eretz Israel, y hasta el momento de hacerlo habrían de
colocarlo a la orilla del mar de Eretz Israel para que sus aguas tocaran su
ataúd (Yerushalmi, Ktuvim 9:3).

            A pesar de
su grandeza, era muy humilde y predicaba a adquirir esta cualidad: “sé humilde
ante todas las personas” (Avot 4:10). Cuando discutía con sus condiscípulos a
nivel de “halajá” (ley) decía: Nunca me dio mi corazón por desentenderme de las
palabras de mis compañeros (Shabat 134:1). Se levantaba en un honor de un
anciano, por ignorante que sea (Yerushalmi Bicurim 3:3).

            Como Rabí
Akivá, su maestro, recibía todo evento por malo que sea, con amor y solía decir:
“Todo lo que hace el misericordioso es para bien” (Brajot 60:2).

            Solía decir
Rabí Meir: “Estudia con todo el corazón y con toda el alma, para conocer Mis
caminos y estar atento a las puertas de la Torá. Guarda Mi Torá en tu corazón, y
que Mi  temor esté ante tus ojos. Aparta tu boca del pecado y purifícate y
santifícate de tus culpas y las violaciones y estaré contigo en todas partes”. (Brajot
17:1).

            En este
pensamiento, hablando en nombre de HaShem, nos transmite Rabí Meir un modelo de
conducta para cada hijo de la nación hebrea.

donate-01 (1)