Estos cuentos fueron recopilados por el Rabino Richard Kaufman

Cuentos de los sabios de la Mishna y el Talmud

Rabí Eliezer ben Horkenus
Rabí Eliezer ben Horkenus, fue uno de los más grandes sabios que tuvo el pueblo de Israel en todas las épocas.
Cuando era joven sin embargo, jamás había podido estudiar nada de Torá. Ni siquiera sabía decir el “Shma Israel”, el “Birkat Hamazón”, ni ninguna otro rezo.
El era un jóven grande y fuerte, y todos los días salía a arar los campos de su padre.
Sus hermanos araban la tierra de la planicie, donde ésta era llana y blanda, mientras que él lo hacía en la montaña donde ésta era dura y rocosa.
Un día, Eliezer se sentó en su casa y se puso a llorar.
Vino su padre y le preguntó: ¿Por qué lloras Eliezer? ¿Es acaso porque tus hermanos aran la tierra blanda mientras que tu aras la rocosa que es más difícil de arar? No llores Eliezer, a partir de ahora tu también vas a arar la tierra llana.
Eliezer comenzó a arar en la planicie, más también cuando llegaba a su casa, lloraba. Se sorprendió su padre y le preguntó: ¿Por qué lloras Eliezer? ¿Acaso es porque te di para que trabajes en la planicie?
Le dijo Eliezer: No.
Le preguntó entonces su papá: ¿Y entonces por qué lloras?
Eliezer le dijo: lloro porque quiero estudiar Torá. Si puedo arar tierra rocosa, de seguro que tengo fuerzas suficientes para también estudiar Torá.
Se rió su padre de él y le dijo: ¿Quieres estudiar Torá? ¿Un muchacho grande como tu quiere estudiar Torá? Tu ya podrías casarte. Cuando tengas hijos, llévalos a ellos al colegio para que allí estudien Torá.
Lo miro seriamente Eliézer y le dijo: ¡Me iré a Ierushaláyim y estudiaré allí Torá con Rabí Iojanán ben Zakai!
Se enojó entonces su padre y enojado le dijo: tienes que arar absolutamente todo este campo. Hasta que no termines no recibirás nada de comida.
Horkenus pensó lo siguiente: Mi hijo Eliezer trabajará tan duramente la tierra que finalmente se olvidará de sus deseos de estudiar Torá.
Sin embargo, se levanto temprano Eliezer y aró todo aquel campo. Mas cuando termino de arar no se fue a su casa para pedir comida, sino que sin esperar ni un minuto más, se dirigió caminando hacia la ciudad de Ierushaláyim. En el camino no tenía lo que comer, ni tampoco dinero para comprar comida. Cada vez que sentía hambre, se ponía tierra en su boca y la masticaba, para así evitar sentir tanto hambre.
Llegó finalmente a Ierushaláyim y entró en el Beit Midrásh donde Rabí Iojanán ben Zakai enseñaba a sus alumnos. Se sentó Eliezer en un costado y escuchó. Sin embargo, no entendía nada de lo que hablaban, pues hasta ahora nunca había estudiado Torá. Comenzó entonces a llorar. Al verlo Rabí Iojanán ben Zakai se acerco a él y le preguntó: ¿Por qué lloras hijo mío?
Eliezer le contestó: lloró porque quiero estudiar Torá y entender como el resto de los alumnos entiende.
Noto Rabí Iojanán ben Zakai que él ya era un muchacho grande y no un niño que comenzaba a estudiar, y entonces le preguntó: ¿Acaso hasta ahora nunca has estudiado la Torá?
Nunca estudie hasta ahora absolutamente nada de Torá, le contestó Eliezer.
Entonces, le dijo Rabí Iojanán ben Zakai, te enseñare el “Shmá Israel”, el “Birkat Hamazón” y la tefilá. Le enseño Rabí Iojanán ben Zakai y Eliezer aprendió con gran ahínco todo lo que él le enseñaba, repasándolo varias veces hasta haberlo aprendido correctamente. Luego le enseño Rabí Iojanán ben Zakai más palabras de la sabiduría de la Torá, repasando Eliezer todo lo que estudiaba hasta que lo sabía a la perfección.
¿Y quién le dio de comer a Eliezer? Nadie le dio de comer, y el mismo se había olvidado de que tenía hambre, de tanto que le gustaba estudiar Torá. Así pasaron ocho días.
A causa del hambre y de la tierra que había comido, comenzó a salir un desagradable olor de boca de Eliezar. Cuando Rabí Iojanán ben Zakai percibió aquello, se dio cuenta que eso se debía a que hacía mucho tiempo que no entraba nada en su boca.
Se dirigió entonces a Eliezer y le dijo: Eliezer, ¿has comido hoy? Se avergonzó Eliezer que ya hacia ocho días que no comía nada, y por vergüenza calló.
Le insinuó Rabí Iojanán ben Zakai a dos de sus alumnos que vayan en silencio a la casa donde Eliezer dormía por la noche y que le pregunten a la dueña de casa si le dieron allí de comer.
Fueron hasta allí y le preguntaron a la dueña de casa si su amigo Eliezer había comido allí.
Ella les dijo: no , pensé que comía con Rabí Iojanán ben Zakai. Sin embargo, vi que saco algo de una bolsa y lo masticó. Quizás allí hay comida. Abrieron la bolsa y vieron que allí había solamente tierra.
Regresaron al Beit Midrash y le contaron esto a Rabí Iojanán ben Zakai, quién inmediatamente llamó a Eliezer y le dijo: Eliezer hijo mío, así como salió mal olor de tu boca por no haber comido ocho días, que así te hagas un buen nombre que sea mencionado por boca de todas las personas, pues ciertamente te has de transformar en un gran sabio. A partir de ahora siempre habrás de comer en mi mesa. Se quedó Eliezer con Rabí Iojanán ben Zakai estudiando Torá día y noche, hasta que logró transformarse en un gran sabio del pueblo de Israel.
Hashem hace para bien
Todo lo que Hashem hace es para bien
Una vez, salió Rabí Akiva al camino y llevo con él a un burro, una gallina y a una candela.
¿Para qué llevó al burro? Para poder viajar sobre él cuando se canse, y también para poder colocar sobre él a sus paquetes.
¿Para qué se llevó a la gallina? Para que lo despierte a la madrugada y pueda aprovechar eficazmente su día.
¿Para qué se llevó a la candela? Para que pueda encenderla en la noche y pueda estudiar Torá a su luz.
Se levantó Rabí Akiva, rezó y salió al camino. Recorrió Rabí Akiva un largo trecho, y al hacerse la noche llegó a una ciudad donde buscó hospedaje para poder pasar allí la noche. Sin embargo, en dicha ciudad no habían hospedajes …
Pidió Rabí Akiva a las personas de la ciudad que le brinden un lugar en sus casas donde poder dormir, mas ellas le dijeron que allí no había lugar para él y que se retirase.
Quedose Rabí Akiva parado solitario en medio del frío de la noche, sin que persona alguna le ofreciera su casa para cobijarse en ella. A pesar de su incomoda situación, inmediatamente dijo Rabi Akiva: todo lo que Hashem hace, lo hace para bien. No quiso Rabí Akiva permanecer en aquella ciudad donde sus habitantes eran personas tan malvadas e inhospitalarias, y decidió retirarse al bosque donde busco un lugar debajo de un árbol para pasar allí la noche. Encendió allí su candela y le dio de comer a su gallina y a su burro.
Se sentó a la luz de la candela y se dispuso a estudiar Torá, habiéndose olvidado por completo que se hallaba sólo en medio del bosque.
De pronto, escuchó Rabí Akiva un terrible rugido y vio como un enorme león se abalanzo ferozmente sobre su burro, devorándole.
Sorprendido y atemorizado por aquel trágico suceso, de pronto se percató que apareció un gato en medio del bosque el cual atacó diestramente a su gallina devorándola. Antes de poder levantarse para ir en auxilio de su gallina, sopló un fuerte viento que apagó completamente su candela.
Increíblemente, en unos breves instantes, se quedó Rabi Akiva sin su burro, sin su gallina y sin su candela.
A pesar de todo ello, igualmente dijo Rabí Akiva: todo lo que Hashem hace lo hace para bien.
De pronto, escucho un gran ruido de gritos y alaridos provenientes de la ciudad, que hace tan solo unas horas había tenido que abandonar.
¿Qué había sucedido en la ciudad aquella noche?
A la mañana siguiente, se enteró Rabí Akiva que sus enemigos la invadieron sorpresivamente a la misma tomando como prisioneros a todos sus habitantes.
¿De que más se enteró Rabí Akiva además?
Que de camino a la ciudad habían pasado aquellas personas por el bosque al cual él se había dirigido para pasar la noche.
Dijo Rabí Akiva: ahora entiendo perfectamente todo lo que me sucedió y comprendo perfectamente que todo lo que Hashem hizo lo hizo para bien. Si el león no se hubiera comido al burro y el gato no hubiera cazado a la gallina, estos hubieran emitido sus sonidos tradicionales al percibir a personas acercándose, y sin lugar a dudas me hubieran descubierto. Respecto a la candela, si ésta no se hubiera apagado con el viento, hubiera iluminado la oscuridad en medio de la noche y ellos me hubieran tomado también a mi como prisionero.
Le agradeció Rabí Akiva a Hashem por haberle salvado tan milagrosamente su vida, y continuó con optimismo su camino recordando siempre que: todo lo que Hashem hace lo hace para bien.
Compasión por animales

Rabí Yehudá Hanasí (el príncipe), era una persona justa y santa, querida y considerada positivamente por todos. De tanto amor que le tenían, lo llamaban bajo el título de “Rabeinu Hakadosh” (nuestro sagrado rabino), o simplemente “Rabi”.
También Hashem lo apreciaba mucho, mas a pesar de ello, cuando una vez el Creador noto que Rabí Yehudá Hanasí no tuvo compasión por un animal que estaba sufriendo, hizo que Rabí Yehudá sienta inmediatamente la consecuencia por la falta de sensibilidad que en ese momento había tenido.
¿Qué fue lo que sucedió? Una vez, en un caluroso día, Rabi Yehudá Hanasí se encontraba enseñándole Torá a sus alumnos sentado afuera del Beit Hakneset. De pronto, se aparecieron unos hombres que venían de una aldea con un pequeño borrego, al cual llevaban atado de un pequeño lazo en busca de un shojet (matarife), para que éste lo mate de acuerdo a las leyes rituales del judaísmo, y así poder comérselo.
Al pasar cerca del Beit Hakneset, se escapo el borrego de su lazo y corrió hacia Rabí Yehudá Hanasí, escondiéndose sigilosamente debajo de su capota.
Comenzó a emitir lloros y quejidos, como pidiéndole a Rabí Yehudá Hanasí para que intercediera y no lo mataran. Rabi Yehudá sin embargo, no tuvo compasión de aquel borrego, lo saco de debajo de su capota y le dijo así al borrego y dirigiéndose al borrego le dijo: “¿Qué puedo hacer? Para eso fuiste creado. Las vacas y los borregos fueron creados para que los seres humanos coman su carne”.
Al ver Hashem esto se dijo para sí: “Una persona sabia y justa como Rabí Yehudá Hanasí, no debió de haber reaccionado diciéndole al borrego estas palabras. Debido a que no tuvo compasión de aquel pequeño borrego, Yo tampoco tendré compasión de él. A partir de ahora también él comenzará a tener sufrimientos …”.
Desde aquel día, empezó Rabí a padecer de fuertes dolores en sus dientes, lamentándose muchísimo a causa de ellos. Y ningún médico lograba aliviarlo, pues Hashem había decidido que así debía de ser.
Luego de algunos años, la empleada de Rabí estaba limpiando en su casa y encontró pequeños ratones recién nacidos en una de las esquinas de su casa. Eran muy pequeños y no podían escaparse de aquel lugar. Tomo la sirvienta una escoba y quiso comenzar a barrerlos para así echarlos a la calle.
Le dijo Rabí Iehuda a su empleada: “Déjalos, también ellos tienen una madre que sufrirá si no los encuentra. Está escrito en el libro de los Salmos: ‘Y su compasión es por sobre todas sus criaturas’. Hashem tiene compasión también por todas las criaturas, también por criaturas tan pequeñas como esos ratoncitos”.
Al escuchar el Creador del mundo las palabras de Rabi dijo así: “Ahora que vi como tuvo compasión por animales que las personas generalmente persiguen para matar, corresponde que también yo tenga compasión de él y deje de sufrir de sus dolores”.
A partir de ese momento, curó Hashem a Rabi Iehuda Hanasí, y ya nunca más le volvieron a doler sus dientes.

El cuerpo y el alma
El Emperador Antonino le dijo a Rabí Iehuda Hanasi: “Tanto el cuerpo como el alma se pueden liberar del Juicio Final. ¿De qué forma? El cuerpo puede alegar y decir: el alma es la que cometió las transgresiones, y la prueba es que desde el día en que ha abandonado a mi cuerpo estoy echado como una piedra sin movimiento, no pudiendo realizar ninguna de las transgresiones que antes cometía. El alma puede venir y decir: el cuerpo es el que ha cometido transgresiones, ya que desde el día en que me separé de él, vuelo en el aire libre como un pájaro, y no puedo hacer ninguna cosa mala tal como lo hacía antes”.
Le contestó Rabí Iehuda Hanasi: “Esto se puede comparar con la siguiente fábula. Un rey de carne y hueso tenía un bello jardín, y en su interior crecían higos muy apetitosos y para cuidarlos colocó a dos guardianes: uno cojo y el otro ciego. Le dijo el cojo al ciego: Yo veo unos higos muy apetitosos en el jardín. Ve y móntame sobre tus hombros, después yo los cortaré y juntos nos los comeremos.
Al cabo de unos días, llegó el dueño del jardín y les dijo: ¿Dónde están estos apetitosos higos?
Dijo el cojo: ¿Es que acaso tengo yo piernas para acercarme a ellos? Le dijo entonces el ciego: ¿Es que acaso tengo yo ojo para verlos? ¿Qué hizo el rey? Montó al cojo sobre el ciego y los juzgo cual si fueran un solo individuo”.
Así el Santo Bendito Sea su nombre, toma al alma y la coloca sobre el cuerpo y juzga a ambos como a un solo ser.
Gallinas y cabras
Una vez, viajaba una persona por el camino llevando algunas gallinas. Cuando ya fue muy pesado para él seguir cargándolas, se sentó al lado de la puerta de la casa de Rabí Janina ben Dosa y dejo allí a las gallinas. Le dijo entonces: “dejaré aquí las gallinas por algunas horas e iré a comprar algo para comer, luego volveré a buscarlas”. Se fue el hombre al negocio a comprar cosas y se olvido de sus gallinas. Durante el camino se acordó de las gallinas, mas no lograba recordar dónde las había dejado, entristeciéndose mucho a causa de ello.
Mientras tanto, las gallinas se sintieron hambrientas y comenzaron a cacarear.
Escuchó la esposa de Rabí Janina el cacareo de las gallinas y preguntó cómo habían llegado a su patio. Se acercó a la entrada de su casa y vio que habían gallinas cuyos pies estaban atados con sogas.
Fue a lo de su esposo y le contó acerca de aquel hecho.
Él le dijo entonces: de seguro que alguien las dejó aquí y no se acuerda adónde las dejó. Cuidémoslas hasta que venga el dueño a pedirlas nuevamente.
La mujer desparramo semillas para que se alimenten y colocó agua para que puedan tomar. Ellas comenzaron a dar huevos y así comenzaron a nacer pollitos. Crecieron los pollitos y se transformaron en gallinas, hasta que el patio se llenó de gallinas.
Vio Rabí Janina que era muy difícil para él mantener tantas gallinas pues era una persona muy pobre (además del hecho que ensuciaban la casa y su continuo cacareo era muy molesto). Decidió pues venderlas y comprar con dicho dinero algunas cabras, pues estas eran capaces de ir a pastar solas al bosque y también regresar solas de allí. Luego de varios años, el hombre que había perdido a las gallinas pasó por la ciudad de Rabí Janina y por su casa y se acordó que allí había dejado a sus gallinas. Se acercó a Rabí Janina y le contó la historia, y Rabí Janina le preguntó: ¿Te acuerdas del color de las plumas y de que color era la soga con que las ataste?
El señor le dijo: eran marrones las gallinas y las até con un hilo rojo. Rabí Janina, al ver que efectivamente se encontraba ante el dueño de las gallinas, lo llevó al establo y le mostró las cabras, contándole lo que había hecho.
Le devolvió sus cabras y el hombre regreso feliz a su hogar.
David el pastor
Cuando el rey David era aún un niño, pastoreaba el ganado de su padre. Cada día salía con sus ovejas y cabras al desierto, para que éstas no pastoreasen en tierras ajenas.
Observó David que las ovejas y cabras adultas y fuertes salían primero, empujando a un lado a las ovejas y cabras pequeñas y débiles, comiéndose ellas los pastos más suaves y dejando aquellos más duros para las más débiles.
Pensó David en su corazón: “no actúan correctamente las cabras y ovejas adultas. El pasto suave deberían de dejarlo para las ovejas y cabras más pequeñas, pues ellas aún no tienen dientes suficientemente fuertes como para comer de los pastos duros, y ellas, las adultas, deberían de comer de los pastos más duros pues ya tienen la fuerza para hacerlo”.
¿Que hizo entonces David? Construyo cercos para separar a las cabras y ovejas en tres grupos: pequeñas, jóvenes y adultas.
A la mañana siguiente, se levanto David de madrugada y abrió la cerca de las cabras y ovejas pequeñas, para que ellas vayan y pastoreen primero. Corrieron felices las ovejas y cabras pequeñas, comiendo de los pastos tiernos y suaves hasta que sentirse satisfechas. Luego saco David a las cabras y ovejas jóvenes y dejo que éstas coman de los pastos “intermedios” hasta sentirse satisfechas. Finalmente saco al rebaño más adulto, a aquel que era capaz de comer de los pastos más duros, y esperó a que también ellos satisfagan su apetito.
Así todos comieron sin empujarse los unos a los otros, quedando todos satisfechos y felices …
Observó el Kadósh Baruj Hu a la sabía y sensible actitud que había tenido el joven David y entonces se dijo para sí: “aquel que sabe pastorear al rebaño brindándole a cada uno lo que necesita, es la persona apropiada para pastorear a mi amado rebaño: al pueblo de Israel”.
Y fue por este motivo que nos cuenta el Midrash, que David fue elegido para ser el nuevo Rey del pueblo de Israel.

Najum Ish Gam Zu
Hace más de mil quinientos años, vivió en la tierra de Israel una persona muy justa y sabia llamada Najum Ish Gam Zu.
¿Por qué lo llamaron con el apodo de “Gam Zu”? Porque Gam Zu significa en hebreo “también eso”; y esta persona siempre decía: “también eso es para bien“, pues “todo lo que hace Hashem lo hace siempre para bien”.
Una vez, los judíos que vivían en la tierra de Israel dijeron: enviémosle un regalo al emperador de Roma, para así evitar que salga a la guerra en contra de nosotros.
Llenaron un cofre con piedras preciosas y brillantes, y lo prepararon para enviárselo al emperador de Roma.
La pregunta era: ¿Quién podría ser el emisario ideal para llevar a cabo dicha delicada tarea? ¿Quién podrá cuidar adecuadamente el cofre en su trayecto desde la tierra de Israel hasta Roma?
El camino es un camino muy peligroso, y quizás hallan piratas en el mar que intenten apoderarse del cofre. ¿Que persona confiable e inteligente podrá llevar a cabo adecuadamente esta misión?
Todos respondieron al unísono: “¡Najum Ish Gam Zu!”.
Llamaron a Najum Ish Gam Zu, y este aceptó gustosamente la misión, feliz de poder ayudar a sus hermanos judíos.
Al comenzar su camino se dijo: “también esto es para bien”.
Viajo un largo trecho en barco, y cuando descendió del barco, camino por vía terrestre durante algunas horas. Al oscurecer, decidió hospedarse en un albergue para pasar la noche.
Luego de rezar el rezo de Arvit, colocó el cofre con las piedras preciosas y los brillantes al lado de su cama, y se quedó placidamente dormido.
Al notar el dueño del albergue que su huésped tenía un cofre, sintió gran curiosidad por saber que había en su interior.
Cuando vio que aquel se había quedado profundamente dormido, entró y abrió silenciosamente el cofre. Grande fue su sorpresa al notar la enorme riqueza de su contenido.
Observo maravillado todo lo que había en él, y sin lograr contenerse, tomó las piedras preciosas que habían adentro, y en su lugar coloco piedras comunes y arena. Cerró el dueño del albergue el cofre, y tranquilamente se fue a dormir.
De madrugada, se levantó Najum Ish Gam Zu, se puso su Talit y sus Tefilin y rezó el rezo Shajarit, y tomando a su cofre se dirigió confiado al palacio del emperador. Cuando llegó ante el emperador, con gran entusiasmo le dijo: “¡Shalom mi señor emperador! He traído un bonito regalo que te envían los judíos de la tierra de Israel”.
Observo el emperador el bonito cofre, y se despertó su curiosidad por ver lo que había en su interior. Abrió la caja y ¿qué vio? Arena y piedras.
“¿Qué es esto?” preguntó el emperador, mientras su rostro se enrojecía de furia. “¿Acaso a esto ustedes llaman “un bonito regalo”? ¿Acaso falta en mi palacio piedras y arena ? Veo que los judíos quieren burlarse de mi. Los castigaré a ellos, y a aquel que trajo personalmente este regalo, lo mandaré matar de inmediato”. Najum Ish Gam Zu no temió a dicha amenaza, y con una sonrisa en sus labios se dijo para sus adentros: “también esto es para bien”.
Al observar Hashem la enorme confianza que Ish Gam Zu depositaba en las bondades del Creador, envió a Eliahu Hanaví para que vaya en su auxilio.
Apareció Eliahu Hanaví vestido como un ministro de la corte y dirigiéndose al Emperador dijo: “Señor Emperador, ¿por qué se enoja usted con los judíos? De seguro que este no es un “polvo simple”. ¿Cómo van a hacer los judíos algo que haga enojar a Su Majestad? Probablemente, este “polvo” tiene alguna cualidad especial. Tiremos un poco al aire para ver qué sucede. Quizás se transforme en espadas y en flechas para que podamos vencer a nuestros enemigos”. “Bien has hablado”, le respondió el emperador a su “supuesto” ministro. Tiraron un poco de aquel polvo al aire, y efectivamense te transformo en espadas y flechas.
Se alegró grandemente el Emperador y dirigiéndose a Najum Ish Gam Zu le dijo: “discúlpeme que me enojé con usted. En verdad me ha traído un valioso regalo. Le llenaré la caja con oro y piedras preciosas, en lugar del“polvo mágico” que me ha proporcionado. Te pido que les envíes mi más sincero agradecimiento a tus hermanos judíos de la tierra de Israel”.
Dijo entonces Najum Ish Gam Zu para sus adentros: “¿Acaso no dije que todo lo que Hashem hace lo hace para bien?”.
Y así regresó feliz y contento Najum Ish Gam Zu a la amada tierra de Israel.
Devolución de cosas perdidas
En la ciudad de Roma, vivía una reina que tenía un gran palacio y también grandes riquezas. Un día, salió la reina de viaje y en el camino perdió a todas sus joyas: un anillo lleno de brillantes, un collar de perlas y una pulsera de oro. Se apenó mucho la reina por haber perdido a sus joyas, pues éstas le eran sumamente preciadas.
Ordeno publicar un aviso en la ciudad de Roma, ofreciéndose una generosa recompensa a aquel que devuelva las joyas en menos de treinta día, advirtiéndose que si lo hacían después, dicha persona podría ser eventualmente castigada con la pena de muerte.
Espero la reina a que le devuelvan sus joyas antes de los treinta días, pero su espera fue en vano.
Llegó entonces a la ciudad de Roma, un sabio judío de nombre Rabí Shmuel Bar Susrati. En su camino a Roma, encontró a las joyas de la reina, decidiendo esperar con ellas hasta que pasen los treinta días.
Al pasar los treinta días, se presentó ante la Reina y le dijo: “Aquí estás sus joyas. Las he encontrado”.
Miró la Reina a Rabí Shmuel, e inmediatamente le preguntó: ¿Hace cuantos días estás aquí? ¿Acaso hoy has llegado a Roma?
Le contestó entonces Rabí Shmuel: He llegado a Roma hace exactamente treinta días.
¿Y por qué no te has presentado antes ante mi? ¿Acaso no escuchaste mi aviso? Inquirió la Reina.
Le contestó entonces Rabí Shmuel: Si, he escuchado su aviso. Sin embargo, si yo hubiera venido antes de los treinta días, usted hubiera pensado que yo vine porque quería recibir la recompensa, cuando en realidad, mi única intención era cumplir con la voluntad de Su majestad; pues no he venido ni por amor al premio ni por temor al castigo. Yo he devuelto sus joyas porque el Creador del mundo -Bendito Sea- nos ordenó que devolviésemos aquello que no nos pertenece …
Vio la Reina con cuanta pureza de intención había actuado Rabi Shmuel, y dirigiéndose a él le dijo: “Bendito el D-s de los judíos” cuyos hijos actúan así. Y a partir de entonces, Rabí Shmuel fue tratado con gran respeto y honor …

La creación de la mujer
Dijo el emperador a Rabán Gamliel: “Vuestro D-s es un ladrón, pues que está escrito: “D-s hizo caer sobre Adam un profundo sueño y dormido tomó una de sus costillas (Bereshit 2, 21).
La hija de Rabán Gamliel, le pidió a su papá que le permitiera contestar esta pregunta. Se dirigió entonces al Emperador y le dijo: “Facilíteme un juez pues debo investigar un delito”.
Le pregunto entonces el Emperador: “¿De qué delito se trata?”.
Le respondió entonces la hija de Rabán Gamliel: “Durante la noche han entraron ladrones en nuestra casa, se robaron un objeto de plata que nos pertenece, y en su lugar dejaron a un objeto de oro cuyo valor es infinitamente superior”.
“¡Quisiera que este ladrón me visitase todos los días!” exclamó entusiasmado el Emperador.
“¿No fue entonces una cosa maravillosa para el primer hombre, que Hashem le tomara una costilla y que en su lugar le diera a una mujer?
Dijo entonces el Emperador: “Acaso Hashem no debió de haber tomado la costilla de Adam mientras éste estaba despierto”.
La hija de Rabán Gamliel se dirigió al Emperador y le dijo: “Deme un pedazo de carne cruda”.
Inmediatamente lo trajeron. Ella coloco la carne sobre las brazas ardientes, la cocinó y se la sirvió al Emperador diciéndole “¡cómela!”.
El Emperador contesto: “me repugna”.
Ella le dijo entonces: Lo mismo hubiera ocurrido con el primer hombre, si Hashem hubiera creado a la mujer cuando Adam estaba despierto, pues él se hubiera asqueado de ella. Es por ello que la creo mientras dormía …”. (Sanhedrin 39a).
El pescador
Se cuenta que Eliahu Hanaví caminaba de un lugar a otro. Una vez se encontró con un hombre que no sabía nada de Torá ni nada de Mishná y que las personas se burlaban de él y lo ofendían.
Eliahu Hanaví le preguntó entonces a aquel señor: “Hijo mío: ¿qué le vas a responder a nuestro Padre Celestial cuando te presentes ante Él en el día del juicio?”.
Le contestó el hombre: “Rabí, yo tengo lo que responderle a mi Padre Celestial: que no he recibido la inteligencia y el entendimiento necesarios para poder estudiar.
Eliahu Hanaví le dijo entonces: “Dime una cosa hijo mío, ¿cuál es tu profesión?”
“Soy un pescador”, le contestó.
Le preguntó entonces Eliahu Hanaví: “Hijo mío, ¿quién te enseño a tomar el hilo e hilvanarlo para luego hacer las redes que tiras al mar para poder pescar?”
El pescador le contestó: “para eso si me han dado inteligencia y entendimiento”.
Le dijo entonces Eliahu Hanaví: “¿para hilvanar hilos y hacer redes te han dado inteligencia, y para estudiar la Torá, acerca de la cual está escrito “está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón está el cumplirla”, no te han dado inteligencia?”.
Comenzó el pescador a llorar y a gemir.
Le dijo entonces Eliahu Hanavi: “Que no se entristezca tu corazón ni se deprima tu alma, pues muchas son las personas en el mundo que contestan la misma respuesta en relación a su profesión … Y sin embargo, ello no les servirá de excusa cuando se presenten ante Hashem en el Día del Juicio …
El mérito de Rajel
Cuando fue destruido el primer Beit Hamikdash, y el pueblo judío fue conducido al cautiverio en Babilonia, en primer lugar se presentaron los patriarcas ante Hashem.
Comenzó Abraham Avinu a hablar ante Hashem y le dijo: Cuando tenía cien años me diste un hijo, y cuando éste llegó a la edad de treinta y siente años, me ordenaste que lo entregue en sacrificio. Fui cruel en ese momento, no tuve compasión de él, y con mis propias manos lo ate en el altar. ¿Es que acaso no tomarás la fe que puse en mi acción y no tendrás compasión de mis hijos?
Continuó Yitzjak y le dijo a Hashem: Hashem, Rey Todopoderoso: cuando mi padre me ató en el altar, yo me ofrecí voluntariamente en sacrificio, y Tú, ¿no tendrás compasión por mis hijos en mérito a mi acción?
Siguió luego Yaacov y le dijo: “Hashem, veinte años trabaje en la casa de Labán y cuando salí de allí, me encontré con Esav y éste quiso matar a mis hijos. Yo me ofrecí en lugar de ellos, y ahora mis descendientes están en manos de sus enemigos, como ganado que es llevado en sacrificio. He sufrido toda mi vida hasta la ancianidad por el bien ellos, ¿Y Tú no les tendrás compasión ?
Luego vino Moshé y dijo: “Hashem Todopoderoso, es que acaso no fui el fiel pastor del pueblo de Israel, y corrí delante de ellos como un caballo en el desierto, y cuando llegó la hora en que debía entrar a la tierra de Israel, fui condenado a morir en el desierto. Y ahora que fueron desterrados, has ordenado que los vele y llore por ellos?, ¿Y Tú no les tendrás compasión ?
Luego llegaron Irmiahu y Moshé a ver a los cautivos que estaban sentados a la vera de los ríos de Babilonia. Cuando lo vieron, gritaron los cautivos: “He aquí Moshé, él nos sacara del cautiverio”. Moshé entonces les respondió: Ha sido ordenado que seáis expulsados de Israel. Elevaron su voz quejumbrosa prorrumpiendo en la plegaría: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos acordándonos de Tzión” (Tehilim 137).
Cuando llegó Moshé ante los Patriarcas, éstos le preguntaron: ¿Qué ha ocurrido con nuestros hijos? Y Moshé les respondió: “Unos fueron asesinados, a otros le ataron sus manos con hierros y les han quitado sus ropas. Otros han sido entregados a las aves de rapiña, y otros murieron por la sed. Irrumpieron entonces los patriarcas en llantos y lamentos.
Y le dijo entonces Moshé a Hashem: “Todopoderoso, ¿es que acaso no está escrito en tu Torá “no matarás al hijo y a su madre en el mismo día, sea buey o carnero, no degollaras en un día a él y a su hijo” (Vaikra 22, 28), y hoy están matando a la madre y a su hijo en el mismo día?
En ese momento, se presentó Rajel nuestra matriarca ante Hashem e imploró diciéndole: Hashem Todopoderoso. Tu sabes que Yaacov tu siervo me amaba y trabajo por mí durante siete años, y yo tuve compasión de mi hermana Lea, y se lo entregué en mi lugar (para que no sea públicamente avergonzada), y esperé por él otros siete años para poder ser su esposa.
¡Yo, que soy de carne y hueso no tuve celos de ella. Y Tú que eres Todopoderoso, has tenido celos de los ídolos de piedra y madera que tus hijos han servido, y por culpa de ellos han sido desterrados y asesinados por la espalda, y sus enemigos han hecho con ellos todo lo que han querido! ¿Y Tu no tendrás compasión?
Al escuchar el justo razonamiento de nuestra matriarca Rajel, la compasión de Hashem se despertó sobre su pueblo y entonces exclamó : “Por ti, Rajel, por ti haré retornar a Mis hijos a su tierra”.
amor a la Torá, Hilel
El amor por la Torá de Hilel

Cuentan nuestros sabios, que una vez llegó una persona muy pobre ante el Tribunal Celestial y entonces le preguntaron: ¿Por qué no estudiaste Torá?
El contestó: Porque era pobre y toda mi vida tuve que ocuparme en trabajar para así poder conseguir mi sustento. El Tribunal Celestial insistiendo le dijo: ¿Acaso fuiste tan pobre como Hilel?
Cuentan nuestras fuentes, que el anciano Hilel trabajaba todos los días, ganando una sola moneda diaria. De lo que ganaba, la mitad del dinero lo daba para el guardián del Beit HaMidrash y la otra mitad le servía para sostenerse a si mismo y a su familia. Un día, Hilel no encontró trabajo, y el guardián del Beit HaMidrash no le permitió entrar. Subió Hilel al tejado junto al tragaluz, para así poder escuchar mejor las enseñanzas que los sabios Shmayá y Avtalión impartían.
Aquel crudo día de invierno, era viernes víspera de Shabat, y la nieve había caído durante toda la noche por aquel lugar.
Al amanecer, Shmayá le dijo a Avtalión: Avtalión hermano mio, todos los días tenemos bastante claridad en la casa, pero hoy ésta está muy oscura: ¿será que el día esté tan nublado? Miraron por la chimenea y vieron la cara de un hombre dibujándose a través del tragaluz. Al subir al tejado, encontraron a Hilel, sobre el cual habían tres codos de nieve. Lo bajaron, lo lavaron, le frotaron su piel con aceite y lo sentaron frente al fuego.
Al observarlo, se miraron mutuamente y dijeron: Por un hombre que posee una entrega tan grande para estudiar Torá, el Shabat merece ser profanado (pues encendieron fuego para calentarle y salvarle la vida).

Yerushalaim y Yavne
El Cesar Vespasiano sitió a la ciudad de Jerusalem durante tres largos años, generándose allí una gran hambruna.
Salió Rabí Iojanán ben Zakai a pasear por el mercado, y vio a los habitantes de Jerusalem cocinar paja en agua y tomarse el “caldo” que habían producido. Les dijo entonces: personas que cocinan paja y toman su caldo, ¿acaso podrán enfrentar a los soldados de Vespasiano y vencerlos?
Pensó Rabí Iojanán para sí: saldré de la ciudad secretamente y me dirigiré a hablar con Vespasiano.
Al presentarse ante Vespasiano, se paró firmemente ante él y le dijo: ¡La paz sea sobre ti, mi señor Rey! ¡La paz sea sobre ti, mi señor Rey!
Le dijo entonces Vespasiano: Tú mereces la pena de muerte dos veces: una, por haberme llamado Rey cuando no lo soy, y la otra, en caso de que yo fuera Rey, ¿cómo no has llegado a verme hasta ahora?
Le dijo entonces Rabí Iojanán: – En relación a lo que dijiste: “no soy un Rey” – en verdad si eres un Rey. Sobre tu segunda pregunta de por qué no vine hasta ahora, la respuesta es que hasta ahora no me dejaron salir de la ciudad.
Mientras ellos conversaban, llegó un mensajero de la ciudad de Roma y le dijo a Vespasiano: el Cesar ha muerto en Roma, y los grandes dirigentes han decidido que tu habrás de ser el nuevo Rey.
Le dijo Vespasiano a Rabí Yojanán ben Zakai: Debido a que he sido nombrado el nuevo Cesar, me tendré que ir de aquí y enviaré a otro hombre en lugar de mi. Dado que he visto que tú eres un gran sabio – pues pudiste saber cosas que el común de la gente es incapaz de ver antes de que sucedan – te pido que solicites algo para que yo te conceda.
Le dijo entonces Rabí Iojanan: “Dame a Yavne y sus sabios”. Vespasiano le concedió su pedido y Rabí Iojanán ben Zakai se transformó en el jefe de los sabios de la ciudad de Yavne. Fue gracias a este aparentemente pequeño pedido, que la enseñanza de la Torá se pudo mantener en el pueblo de Israel, desarrollándose la Torá a partir de allí.

 

Cuentos de la edad media

El papa y el judío
Hace algunos siglos, el Papa decidió que todos los judíos debían dejar el Vaticano.
Naturalmente, hubo un gran alboroto de parte de la comunidad judía local, motivo por el cual El Papa decidió hacer un trato. El tendría un debate religioso con un miembro representante de la comunidad judía. Si el judío ganaba, los judíos se podrían quedar. Pero si el Papa ganaba, ellos deberían irse.
Los judíos comprendieron que no tenían otra opción, así que eligieron a un hombre de edad media llamado Moishe, para que los representara a la comunidad en aquel debate. Moishe pidió que se hiciera una adición al debate; que para hacerlo más interesante, a ninguno de los dos lados le estaría permitido hablar. El Papa aceptó.
El gran día del debate finalmente llegó, y Moishe y el Papa se sentaron uno frente al otro para debatir.
Durante un minuto el Papa levantó su mano y mostraró tres dedos. Moishe lo miró seriamente a los ojos y levantó un dedo. El Papa movió sus dedos en círculo sobre su cabeza. Moishe apuntó a la tierra donde estaba sentado. El Papa sacó una hostia y un vaso de vino. Moishe sacó una manzana. El Papa se levantó y dijo: “Me rindo. Este hombre es muy bueno. Los judíos se pueden quedar”.
Una hora después, los cardenales estaban todos alrededor del Papa preguntándole lo que había pasado. El Papa dijo: “Primero, yo levanté tres dedos en representación de la Trinidad. El respondió levantando un dedo para recordarme que hay un solo D-s para todas las religiones. Después moví mis dedos sobre mí, para enseñarle que D-s estaba alrededor de todos nosotros. El respondió apuntando a la tierra, mostrándome que D-s también se encontraba aquí junto a nosotros. Yo saqué el vino y la ostia, para enseñarle que D-s nos absuelve de todos nuestros pecados. El sacó una manzana, para recordarme que del pecado original no nos absuelve. ¿Qué podía hacer yo?, preguntó el Papa”
Mientras tanto, la comunidad judía se amontonó alrededor de Moishe. “¿Qué pasó?”, le preguntaron. “Bueno”, dijo Moishe, “primero él me dijo que todos los judíos teníamos tres días para irnos de aquí. Yo le dije que ni siquiera uno de nosotros se iba a ir. Después él me dijo que iban a limpiar toda la ciudad de judíos. Yo le hice saber que todos nosotros nos quedaríamos aquí”. “¿y después?”, preguntó una mujer. “Yo no sé”, dijo Moishe, “él sacó su refacción y yo saqué la mía”.
La Buena Lengua
Rabí Shmuel Hanaguid era un importante ministro en la corte de los Reyes de España. Una vez, uno de los ministros, el cual envidiaba la posición que tenía el ministro judío, decidió delatar a Rabí Shmuel Hanaguid ante el Rey de España, profiriendo toda clase de argumentos en su contra.
Al escuchar el Rey las acusaciones, no solo que hizo caso omiso a las palabras de aquel malvado ministro, sino que mando llamar a Rabí Shmuel Hanaguid ordenándole que le corte la lengua al ministro que tan malignamente había hablado de él. ¿Qué hizo Rabí Shmuel Hanaguid al escuchar la orden real? Invitó al ministro enemigo a su casa, lo recibió ofreciéndole deliciosos manjares y grandes honores, y le hablo hermosas palabras que lograron ablandar a su malvado corazón.
Posteriormente, con mucho tacto y delicadeza le explicó la importante función que cumple la “lengua“, la cual debe de ser utilizada únicamente para decir cosas buenas o de provecho, y no para hacer daño a través de ella, insinuándole acerca del error que había cometido al hablar mal acerca de su persona.
La manera como trato Rabí Shmuel Hanaguid a aquel hombre, causaron el efecto que Rabí Shmuel había esperado, provocando que el ministro se disculpase, comprometiéndole corregir su conducta para convertirse en una nueva persona.
Luego de un tiempo, cuando llegó a oídos del Rey que Rabí Shmuel Hanaguid no había cumplido con su orden de cortarle la lengua al ministro, tal como lo había ordenado, lo mando llamar para pedirle explicaciones por el incumplimiento de su orden real.
Rabí Shmuel Hanaguid se dirigió al Rey de España y le dijo: “Yo si he cumplido con la orden de Su Majestad, pues a través a través de mis cálidas y sinceras palabras, logré extirpar la “mala lengua” que tenía aquel hombre, logrando que se transforme en una lengua sana y buena …
Don Yitzjak Abarbanel
Don Yitzjak Abarbanel, Ministro del Tesoro de los Reyes de España, era sumamente envidiado por los demás ministros de la Corte española, por su riqueza y por su elevada posición. En cierta ocasión, intentaron tenderle una trampa, pidiéndole que declarase a cuanto ascendía el total de sus riquezas. Don Yitzjak Abarbanel declaró una suma que a los ministros les pareció fraudulenta. Inmediatamente se dirigieron a la reina para acusar a Don Yitzjak de haberle mentido a Su Majestad. La reina mandó citar a Don Yitzjak para pedirle explicaciones. Al presentarse ante Su Majestad, sacó una libreta de su bolsillo y le dijo a la reina así: “Observe Su Majestad, ésta es la libreta en la cual anoto todos los dineros que doy para obras sociales y de beneficiencia. La suma que yo declaré acerca de mis riquezas, es el total del dinero que aparece en esta libreta. Mi verdadera riqueza no es el dinero que yo tengo, sino el dinero que yo doy. El resto de mi fortuna hoy la tengo y mañana quizás no, pero el mérito de mi ayuda permanecerá conmigo en Este Mundo y en el Mundo Venidero”. La reina comprendió la sabia y adecuada respuesta de Don Yitzjak, y lo despidió cálidamente amonestando a sus demás ministros por el incidente …
Quiera Hashem que tengamos la grandeza de mirar nuestra “riqueza” con los ojos de Don Yitzjak Abarbanel y que en mérito a ello seamos bendecidos con satisfacciones y prosperidad, junto a todo el pueblo de Israel.

Cuentos del Baal Shem Tov

Unión de letras
Una vez se dirigió el Baal Shem Tov a sus jasidim y les pidió que salgan a las afueras de la ciudad de Mezivoz, pues allí encontrarían a uno de los sabios y justos de la generación.
Fueron a dónde el Baal Shem Tov les había dicho y vieron a un judío sentado en el campo, quien cantaba y recitaba las letras del Alef Bet. Al finalizar decía: Soberano del Mundo. Tu creaste el Alef Bet y tu combinas todas sus letras. Yo no se como alabarte ni como rezarte. Padre Celestial: Combina Tú las letras de la mejor manera posible, y considerada a esta como mi alabanza, pues sin duda Tú sabrás hacerlo mejor que yo.
Cuando regresaron y le contaron al Baal Shem Tov lo que habían visto, el Baal Shem Tov les dijo: hay veces que lo que puede lograr un judío con su simpleza, ni el más grande de los sabios es capaz de lograrlo mediante sus rezos …
El poder de la alegría
Una vez, al finalizar Iom Kipúr, no se podía ver la luna debido a una gran capa de nubes que cubría el cielo, lo cual provocó que el Baal Shem Tov se lamentase profundamente. Ello se debía a que si no podían decir la “Santificación de la Luna” (Kidúsh Lebaná) al finalizar Yom Kipúr, ello supuestamente representaba un mal augurio para el pueblo de Israel.
Sus alumnos no sabían nada acerca de la “gravedad” de no poder santificar la luna en la finalización Yom Kipúr; mas mientras esperaban que el cielo se despeje, se pusieron a cantar y a bailar alegremente.
Ellos bailaban, y la alegría y el entusiasmo crecían minuto a minuto. Tan grande fue su alegría que tomaron al Sagrado Baal Shem Tov de la mano, y lo llevaron al círculo para que bailase junto a ellos, hasta que la alegría de los jasidim llegó prácticamente hasta el corazón del cielo.
Todavía estaban bailando, cuando de pronto, las nubes se corrieron hacía un lado y apareció la luna en todo su esplendor.
El Baal Shem Tov ordeno inmediatamente “Santificar la Luna” y así lo hicieron todos sus alumnos junto a él.
Después de ese suceso, el Baal Shem Tov les contó a sus alumnos que lo que él no logró hacer por medio de sus rezos, lo lograron hacer ellos mediante el baile y la alegría que sintieron en aquel entonces: logrando que las nubes se disipen y que la Luna finalmente pudiese ser santificada.

td>“Tapero pero no trapo

“Soy un trapero pero no un trapo”
Rabí Israel Baal Shem Tov, deseaba profundamente conocer a la persona que iba a compartir con él el mundo venidero. Una vez, cuando se acostó a dormir, soñó que finalmente conocía a aquella persona, y que ésta vivía en un pueblo cercano de allí.
A la mañana siguiente, cuando Rabí Israel Baal Shem Tov se despertó, vistió rápidamente sus ropas y se dirigió al pueblo donde aquel hombre supuestamente vivía.
Grande fue su sorpresa cuando al mirar por la ventana, observó a una persona sucia y del prolija, que comía en forma verdaderamente desagradable.
Sorprendido el Baal Shem Tov por la conducta de quién habría de estar con él en el mundo venidero, se dirigió al Beit Midrash para estudiar un poco de Torá, y calmar su espíritu de la gran sorpresa que había tenido.
Luego de algunos días, decidió volver a la casa de su futuro “compañero del mundo venidero”, resuelto a investigar los méritos y acciones que dicha persona tenía.
Golpeó la puerta de su casa, se presentó ante su dueño y le contó el contenido de su sueño. Posteriormente le pregunto acerca de su vida y de su accionar.
El dueño de casa, si bien no sabía exactamente cuales eran sus méritos, pensó que quizás había algo en su conducta que posiblemente era valioso a los ojos de D-s.
Se dirigió pues al Baal Shem Tov y así le dijo: “Mi padre, que en paz descanse, era un judío sumamente justo, pero extremadamente bajo y delgado. El viajaba de pueblo en pueblo y vendía trapos. Un día, un grupo de cosacos lo detuvieron en el camino, y lo intimidaron a besar una cruz que ellos traían.
Mi padre, continuó relatando el dueño de casa, se rehusó a besar a aquella cruz. Los crueles cosacos, al ver la obstinación de mi padre, comenzaron a pegarle duramente con sus puños y a azotarlo con sus palos y látigos. Él continuó rehusándose y ellos continuaron pegándole.
¿Cómo debe de comportarse un judío en un momento así? Un judío debe santificar el nombre de D-s y no aceptar besar a aquello que para él representa la idolatría. Los cosacos le decían: “Nashek Iehudi Metunaf” – “Besa la cruz asqueroso judío”. Mas mi padre, se negó una y otra vez a hacerlo.
Mi padre era un judío pequeño y delgado. Luego que le pegaron y azotaron hasta prácticamente matarlo, le dijeron por última vez: “ o besas a la cruz o te quemaremos vivo”.
Mi padre era un trapero igual que yo. Se dirigió a ellos y con sus últimas fuerzas les dijo: “Yo soy un trapero pero no un trapo, y al símbolo que representa a vuestro dios yo no besaré”.
Tomaron los cosacos violentamente a mi padre, lo ataron a un árbol y lo prendieron fuego. El fuego ardió unos breves minutos y luego se apago.
A partir de aquel momento, decidí comer y comer para ser grande y fuerte, para que si -D-s no lo permita- un día llegan los cosacos y me obligan a abjurar de mi fe, mi cuerpo arda por un largo tiempo, para que los cosacos y todo el mundo sepan, que a un judío no se lo puede quemar tan fácilmente …”.
El Baal Shem Tov dijo entonces: ahora entiendo el mérito que he de tener al poder compartir el Mundo Venidero contigo …
Todo lo que tenía ...
Contó una vez el Baal Shem Tov, que el hijo del Rey se perdió por el camino. Sediento y hambriento, llegó a un campo en el cual había un pastor que pastaba a sus ovejas.
El pastor se dio cuenta por las ropas que llevaba, que no podía ser sino el hijo del rey la persona que estaba perdida, y se esforzó todo lo que pudo por darle el máximo de honor posible y ayudarlo de acuerdo a sus posibilidades.
Como no tenía una mesa en el campo, tomó un trozo de tela y lo colocó sobre la grama; y en lugar de la silla colocó una frazada. No le pudo dar de comer manjares ni delicias, pues solo tenía la comida simple que comían los pastores. Le trajo agua del manantial y le dio todo lo que necesitaba para que pudiera continuar su camino, despidiéndose cálidamente de él y deseándole todo lo mejor.
Cuando logro finalmente regresar al palacio, sus amigos realizaron un gran banquete en su honor.
Sin embargo, al recordar la bondad que había hecho aquel buen pastor para con él, le ordenó que primero traigan a aquel pastor, y que solo luego comenzarían a disfrutar juntos del banquete.
Trajeron al pastor y lo sentaron a su lado, brindándole el príncipe especial atención y grandes honores.
Al finalizar el banquete, se acercaron los amigos del príncipe y le preguntaron: ¿Acaso es más importante para ti el pedazo de tela y el trozo de frazada que colocó el pobre pastor sobre la grama, que todas las telas de seda, oro y plata que nosotros colocamos ante ti para este banquete?
Les contestó el príncipe: por supuesto que su pedazo de tela y su trozo de frazada fueron más importantes para mi, pues él me dio todo lo que tenía …
Hashem no nos mide según lo que tenemos, sino según aquello que damos … para nuestro judaísmo, para nuestros semejantes, y para todas las cosas valiosas que es importante dar.

Cuentos Jasidicos de Europa Oriental

El papa y el judío
Hace algunos siglos, el Papa decidió que todos los judíos debían dejar el Vaticano.
Naturalmente, hubo un gran alboroto de parte de la comunidad judía local, motivo por el cual El Papa decidió hacer un trato. El tendría un debate religioso con un miembro representante de la comunidad judía. Si el judío ganaba, los judíos se podrían quedar. Pero si el Papa ganaba, ellos deberían irse.
Los judíos comprendieron que no tenían otra opción, así que eligieron a un hombre de edad media llamado Moishe, para que los representara a la comunidad en aquel debate. Moishe pidió que se hiciera una adición al debate; que para hacerlo más interesante, a ninguno de los dos lados le estaría permitido hablar. El Papa aceptó.
El gran día del debate finalmente llegó, y Moishe y el Papa se sentaron uno frente al otro para debatir.
Durante un minuto el Papa levantó su mano y mostraró tres dedos. Moishe lo miró seriamente a los ojos y levantó un dedo. El Papa movió sus dedos en círculo sobre su cabeza. Moishe apuntó a la tierra donde estaba sentado. El Papa sacó una hostia y un vaso de vino. Moishe sacó una manzana. El Papa se levantó y dijo: “Me rindo. Este hombre es muy bueno. Los judíos se pueden quedar”.
Una hora después, los cardenales estaban todos alrededor del Papa preguntándole lo que había pasado. El Papa dijo: “Primero, yo levanté tres dedos en representación de la Trinidad. El respondió levantando un dedo para recordarme que hay un solo D-s para todas las religiones. Después moví mis dedos sobre mí, para enseñarle que D-s estaba alrededor de todos nosotros. El respondió apuntando a la tierra, mostrándome que D-s también se encontraba aquí junto a nosotros. Yo saqué el vino y la ostia, para enseñarle que D-s nos absuelve de todos nuestros pecados. El sacó una manzana, para recordarme que del pecado original no nos absuelve. ¿Qué podía hacer yo?, preguntó el Papa”
Mientras tanto, la comunidad judía se amontonó alrededor de Moishe. “¿Qué pasó?”, le preguntaron. “Bueno”, dijo Moishe, “primero él me dijo que todos los judíos teníamos tres días para irnos de aquí. Yo le dije que ni siquiera uno de nosotros se iba a ir. Después él me dijo que iban a limpiar toda la ciudad de judíos. Yo le hice saber que todos nosotros nos quedaríamos aquí”. “¿y después?”, preguntó una mujer. “Yo no sé”, dijo Moishe, “él sacó su refacción y yo saqué la mía”.
La Buena Lengua
Rabí Shmuel Hanaguid era un importante ministro en la corte de los Reyes de España. Una vez, uno de los ministros, el cual envidiaba la posición que tenía el ministro judío, decidió delatar a Rabí Shmuel Hanaguid ante el Rey de España, profiriendo toda clase de argumentos en su contra.
Al escuchar el Rey las acusaciones, no solo que hizo caso omiso a las palabras de aquel malvado ministro, sino que mando llamar a Rabí Shmuel Hanaguid ordenándole que le corte la lengua al ministro que tan malignamente había hablado de él. ¿Qué hizo Rabí Shmuel Hanaguid al escuchar la orden real? Invitó al ministro enemigo a su casa, lo recibió ofreciéndole deliciosos manjares y grandes honores, y le hablo hermosas palabras que lograron ablandar a su malvado corazón.
Posteriormente, con mucho tacto y delicadeza le explicó la importante función que cumple la “lengua“, la cual debe de ser utilizada únicamente para decir cosas buenas o de provecho, y no para hacer daño a través de ella, insinuándole acerca del error que había cometido al hablar mal acerca de su persona.
La manera como trato Rabí Shmuel Hanaguid a aquel hombre, causaron el efecto que Rabí Shmuel había esperado, provocando que el ministro se disculpase, comprometiéndole corregir su conducta para convertirse en una nueva persona.
Luego de un tiempo, cuando llegó a oídos del Rey que Rabí Shmuel Hanaguid no había cumplido con su orden de cortarle la lengua al ministro, tal como lo había ordenado, lo mando llamar para pedirle explicaciones por el incumplimiento de su orden real.
Rabí Shmuel Hanaguid se dirigió al Rey de España y le dijo: “Yo si he cumplido con la orden de Su Majestad, pues a través a través de mis cálidas y sinceras palabras, logré extirpar la “mala lengua” que tenía aquel hombre, logrando que se transforme en una lengua sana y buena …
Don Yitzjak Abarbanel
Don Yitzjak Abarbanel, Ministro del Tesoro de los Reyes de España, era sumamente envidiado por los demás ministros de la Corte española, por su riqueza y por su elevada posición. En cierta ocasión, intentaron tenderle una trampa, pidiéndole que declarase a cuanto ascendía el total de sus riquezas. Don Yitzjak Abarbanel declaró una suma que a los ministros les pareció fraudulenta. Inmediatamente se dirigieron a la reina para acusar a Don Yitzjak de haberle mentido a Su Majestad. La reina mandó citar a Don Yitzjak para pedirle explicaciones. Al presentarse ante Su Majestad, sacó una libreta de su bolsillo y le dijo a la reina así: “Observe Su Majestad, ésta es la libreta en la cual anoto todos los dineros que doy para obras sociales y de beneficiencia. La suma que yo declaré acerca de mis riquezas, es el total del dinero que aparece en esta libreta. Mi verdadera riqueza no es el dinero que yo tengo, sino el dinero que yo doy. El resto de mi fortuna hoy la tengo y mañana quizás no, pero el mérito de mi ayuda permanecerá conmigo en Este Mundo y en el Mundo Venidero”. La reina comprendió la sabia y adecuada respuesta de Don Yitzjak, y lo despidió cálidamente amonestando a sus demás ministros por el incidente …
Quiera Hashem que tengamos la grandeza de mirar nuestra “riqueza” con los ojos de Don Yitzjak Abarbanel y que en mérito a ello seamos bendecidos con satisfacciones y prosperidad, junto a todo el pueblo de Israel.

Cuentos de Rab Zusha

Pagar a tiempo
Una vez, cuando Rav Zusha era muy pobre, junto centavo a centavo su dinero, para alegrar a su esposa comprándole un vestido. Cuando tuvo la cantidad necesaria, se la entregó a su esposa para que se fuera a lo del sastre que se lo tejería. El sastre que también era pobre, y que estaba por casar a una hija, trabajo arduamente durante más de una semana hasta que finalmente se lo pudo entregar. Cuando llegó la esposa de Rav Zusha a lo del sastre, observó que aquel hombre estaba sumamente apenado. Al preguntarle por el motivo de su tristeza, le contó que cuando se estaba ocupando de hacerle su vestido, entro su futuro suegro pensando que seguro era el vestido de bodas del casamiento de su hija. Cuando le dije que no era, y que se lo iba a dar a la esposa de Rav Zusha, se enojo mucho a tal punto que amenazo con anular el casamiento. Al escuchar la esposa de Rav Zusha lo sucedido, decidió regalarle su vestido a la hija del sastre, para que ésta lo usara para su casamiento. Cuando regreso a su casa y le contó a su marido que había regalado su vestido, su marido le preguntó si le pagó al sastre por el trabajo que había realizado. Ella sorprendida le dijo: ¿Pagarle por su trabajo? ¡Si todo el vestido se lo regale! Le dijo entonces su esposo:¿qué tiene que ver que se lo diste de regalo con el pago de su salario por haberlo hecho? Él trabajó durante más de una semana esperando recibir el pago para poder alimentar a sus hijos hambrientos. ¿Es que acaso por habérselo dado de regalo para su hija, estás exonerada de pagarle por el trabajo realizado? Inmediatamente se dirigió la esposa de Rav Zusha a lo del sastre, y le pagó por el tiempo de su trabajo …

td>Cada uno con sus golpes

Una vez, los hermanos Reb Zusha y Rabí Elimélej decidieron exiliarse voluntariamente por un cierto tiempo. Erraron por innumerables comunidades judías como simples menesterosos en procura de la expiación y purificación de sus almas. Cierta cruda noche de invierno, llegaron a una aldea y resolvieron entrar en una posada para calentarse un poco. Justo en ese momento, se festejaba allí un casamiento aldeano de una pareja gentil. Ambos forasteros decidieron ubicarse en un rincón detrás de la estufa a leña, para que no notaran su presencia. Sus recaudos fueron inútiles sin embargo, pues finalmente los descubrieron. Los aldeanos que ya se encontraban un poco borrachos, se empecinaron en fastidiar a ambos menesterosos. Acostaron a Reb Zusha sobre una mesa y se pusieron a bailar. Al finalizar cada baile, cada aldeano se acercaba a Reb Zusha y le daba un golpe. De este modo transcurrió un largo tiempo hasta que se cansaron y entraron en la habitación contigua para continuar bebiendo.
Rabí Elimélej se acercó a su hermano Zusha y le dijo: “Querido hermano, ¿por qué has de recibir tú solo todos los golpes? Yo tomaré tu lugar en la mesa”. Zusha aceptó dolorido como estaba, y Elimélej se acostó en su lugar. Cuando los invitados, ya bien borrachos, entraron nuevamente para continuar bailando, uno de ellos dijo: “Peguémosle ahora al otro que está sentado detrás de la estufa a leña. Que pruebe también él el sabor de nuestros golpes, y así se llevará un “lindo recuerdo” del casamiento en nuestra aldea”. Dicho y hecho. Cargaron nuevamente al golpeado Reb Zusha, lo acostaron sobre la mesa y reanudaron su “diversión” de bailar y golpearlo. Al poder salir del lugar, el pobre Reb Zusha le comentó a Elimélej: “Ya vez, querido hermano, es la voluntad de Hashem que yo reciba los golpes. Así fue dictaminado desde el Cielo; y el hombre se incapaz de liberarse de los golpes que debe recibir, no habiendo truco en el mundo que pueda impedirlo …
Confusión ...
Rabí Zusha de Anipoli dijo una vez. En el Midrash Rabá (Parashat Vaerá) está escrito que: “En el futuro gritará el Paraíso ‘tráiganme personas justas, no quiero ocuparme de personas malvadas’, mientras que el infierno gritará lo opuesto: ‘tráiganme personas malvadas, no quiero ocuparme de personas justas’”. Evidentemente este comentario es muy sorprendente. ¿Es que acaso alguien puede llegar a imaginarse que las personas malvadas serán conducidas al Paraíso, mientras que las personas justas irán al infierno?
Contestó entonces Rabí Zusha: el motivo de este Midrash es porque llegará el día en que será muy difícil distinguir entre un justo y un malvado, y hasta los ángeles celestiales se equivocarán y conducirán a los malvados al Paraíso y a los justos al Infierno. Y será entonces cuando gritarán y advertirán al Paraíso y al Infierno, para que sean muy cuidadosos en sus tareas, y no se equivoquen al sacar los cálculos sobre el verdadero lugar que le corresponde a cada uno …
Como un Etrog ...
Una vez, durante los años que Rabi Zusha de Anípoli viajaba de lugar en lugar llevando a cabo su “exilio” físico-espiritual, llegó a una ciudad en vísperas de Shabat. Inmediatamente se dirigió al Beit Hakneset del lugar para rezar allí la tefilá de “Kabalat Shabat” junto a los judíos del lugar. Al finalizar el rezo, ninguna persona se acercó a él para invitarlo a comer la cena de Shabat, pues estaba vestido con ropas tan harapientas, que la gente tenía miedo de llevárselo para su hogar.
Finalmente, el “shamash” (encargado) del Beit Hakneset tuvo compasión de él, y se lo llevó para que cenase junto a él en su casa. De pronto, en medio de la cena, comenzó Rabí Zusha a manifestar su alegría de estar allí comiendo, riéndose con una fuerte y ruidosa risa. De tan alegre que estaba, comenzó a aplaudir y a besarse sus propias manos.
Las personas de la casa notaron la inusual conducta del invitado, y quedaron petrificados en sus asientos con angustiantes miradas de sospecha y de temor. Al darse cuenta Rabí Zusha de la situación que había provocado, se dirigió a las personas que estaban sentadas alrededor de la mesa y les dijo así: “Pueden estar tranquilos, queridos amigos, que Zusha no se ha vuelto loco. Lo que sucede es que Zusha está contento de poder comer su comida en casa de judíos buenos, que gracias a Zusha tuvieron el mérito de cumplir con la mitzvá de ‘hajnasát orjím’ (hospitalidad). Es por eso que Zusha está contento, pues Zusha se parece ahora a un ‘Etrog’ (fruto sobre el cual se dice la bendición de las cuatro especies en la festividad de Sucot). Díganme, ¿acaso las personas se preocupan por el Etrog durante el año? No. Durante el año el Etrog nadie se preocupa por el Etrog, y éste es un fruto totalmente desatendido.
¿Cuando el Etrog adquiere su lugar y su importancia? En la festividad de Sucot, fiesta en la cual el Creador del mundo ordenó que cumplamos con una mitzvá a través de tomarlo y bendecirlo junto a otras tres especies. También Zusha es así como el Etrog, alguien sin importancia durante todo el año. Sin embargo, en el día de hoy, Zusha se convirtió en un medio para que otros cumplan con el precepto de ‘hajnasát orjím’. Y es por eso que Zusha está contento y siente un gran amor por si mismo y se besa las manos, pues ahora Zusha se parece a un Etrog, que sirve para que todos cumplan con una mitzvá a través de él”.

Ojo por ojo …
Había una persona que acostumbraba a viajar a lo de Rav Zusha de Anípoli para darle dinero de “rescate” a cambio de que rece para que se le cumplan sus pedidos.
Una vez fue a visitar a Rav Zusha y no lo encontró en su casa. Le preguntó a la esposa de Rav Zusha dónde estaba, y ella le respondió que se había ido a visitar a su Rabino, el Maguid de Mezeritch.
Exclamó el sorprendido visitante: ¿Qué? ¿Acaso el Rabí tiene su propio Rabí? Y pensando para sí se dijo: iré entonces yo también a visitar a su Gran Rabí.
Viajó a lo del “Maguid de Mezeritch”, entró a su cuarto, le dio el “dinero de rescate” y retornó a su casa.
Sin embargo, a partir de aquel día sus negocios comenzaron a empeorar, hasta que finalmente perdió todos sus bienes.
Su esposa lo atormentaba increpándole: ¿por qué abandonaste a tu Rabino? Debes viajar a lo de tu antiguo Rabino Rev Zusha, y pedirle que rece por tu salvación.
Decidió hacerle caso a lo que dijo su esposa y viajó a lo de Rev Zusha.
Al llegar a la ciudad de Anípoli, entró con Rev Zusha y le contó todo lo que le había sucedido. Luego de relatarle su situación le dijo así: Todo el tiempo que venía con usted, me continuaba enriqueciendo día a día, más luego de comenzar a visitar a su sagrado Rabino, me fui empobreciendo hasta que quedé prácticamente en la ruina. ¿Acaso es justo me haya sucedido lo que me sucedió, después que fue usted mismo quién me dijo que su Rabino era mucho más grande que usted?
Le contestó Rev Zusha diciéndole: Te voy a explicar. Por supuesto que mi Rabino es miles de veces más elevado que yo, y justamente por eso te sucedió lo que te sucedió. Todo el tiempo que dabas a alguien simple como Rev Zusha, el Santo Bendito Sea se comportaba contigo de la misma manera y te daba sin discriminarte en relación a otras personas. Sin embargo, cuando comenzaste a buscar a personas más importantes que yo para darles, del cielo decidieron discriminarte también a ti, y entregarle el dinero a personas que son más importantes que tu …

Cuentos de Eretz Israel

Invitados para Shabat
Hace muchos años que salimos de Ierushalaim para Iafo. En aquella época no habían carreteras sino que aún andábamos sobre burros, y el camino se hacía muy largo y difícil
Llovía mucho, y al estar todo el camino embarrado se nos hacia muy difícil poder seguir. Cuando llegamos a la ciudad de Ramle, ya casi era Shabat. Preguntamos si habían judíos en la ciudad y nos respondieron que solamente había un judío llamado Rabí Pinjas, y nos mostraron donde estaba situada su casa. Golpeamos la puerta y salió a recibirnos un hombre anciano. Le dijimos “Shalom Rabí Pinjas, ¿acaso podemos pasar Shabat en su casa?”. Vimos que el anciano parecía un poco enojado e inmediatamente se fue sin contestarnos. Pensamos que en aquel lugar no les gustaba recibir invitados y nos dispusimos a buscar otra casa. De pronto salió un muchacho joven y nos dijo: “Dice Rabí Pinjas que los haga entrar a su casa. Yo me encargaré también de vuestros burros”. No queríamos entrar en la casa del anciano, mas lo hicimos por honor al Shabat.
Rabí Pinjas se acerco a nosotros y nos dijo “Shalom” haciéndonos entrar inmediatamente a un cuarto muy agradable. Nos dio agua para que lavemos nuestras manos y también nuestros pies. Luego nos vestimos con nuestras ropas de Shabat y nos dispusimos a rezar. Pensamos que no nos iban a llamar para la comida de Shabat, mas Rabí Pinjas entró en nuestro cuarto y con un cálido “Shabat Shalom” nos dijo: “vengan conmigo mis queridos invitados, pues juntos comeremos la cena de Shabat”. Entramos en una gran sala en la que había una gran mesa tendida con las velas de Shabat, buen vino y manjares para honrar el día sábado. Nos lavamos las manos y procedimos a sentarnos a la mesa. Comimos, bebimos, cantamos canciones de Shabat y bendijimos a Hashem por el alimento que nos dio y por todas sus bondades. Al regresar a nuestro cuarto encontramos las camas tendidas para que nos acostemos. Antes de hacerlo fuimos a ver a nuestros burros, y también ellos habían comido y bebido. A la mañana siguiente luego de rezar, nos trajeron vino para que hagamos el kidush, y también café y torta para agasajarnos.
“El anciano se encuentra en su cuarto estudiando la sagrada Torá” nos dijeron. También en la tarde nos llamaron para almorzar, y lo mismo para la tercer comida de Shabat. Luego de rezar “arvit” y hacer la “havdalá” quisimos continuar nuestro viaje. Sin embargo, Rabí Pinjas nos prohibió que viajáramos en la noche. Al poco tiempo otra vez nos volvieron a llamar nuevamente para que vayamos a comer la comida de “melave malka”, la cual acompaña a la reina del Shabat que se separa de nosotros hasta la próxima semana. Comimos, tomamos vino y cantamos hermosas canciones correspondientes a la finalización del Shabat.
A la mañana entramos al cuarto de Rabí Pinjas para despedirnos de él, quién nos recibió con una grande y cálida sonrisa. Nos preguntó: “¿Ya desean viajar mis queridos invitados? Pues viajen en paz y que Hashem haga que vuestro camino sea exitoso”.
Quisimos pagarle por los gastos que le ocasionamos, mas él se negó a escuchar siquiera hablar de ello. “La hospitalidad es una gran mitzvá” nos dijo, “todo el dinero del mundo no alcanzaría para pagar por el mérito de poder cumplir con esta mitzvá”.
Le dijimos entonces: “No se enoje Rabí Pinjas, pero queremos hacerle una pregunta: ¿por qué se mostró enojado cuando le preguntamos si podemos pasar el Shabat en su casa?”.
El nos contestó: “Obviamente que me enoje. El Shabat se acerca y en la ciudad no hay otro judío aparte de mi persona, ¿y ustedes todavía preguntan si pueden pasar el Shabat aquí? Tendrían que haber entrado directamente sin hacer ningún clase de preguntas … Todo el pueblo judío somos como una gran familia y ustedes son como hijos que regresan a su casa para pasar el Shabat …
¿Quién eres?
Cierta vez, llegó un joven a la casa de un importante Rabino a quién aún no conocía. Al presentarse ante el Rabino, el Rabino le preguntó: “¿quién eres?”.
El joven le respondió: “me llamo Moshé”. El Rabino insatisfecho por su respuesta le dijo: “No te he preguntado como te llamas, sino que te he preguntado ¿quién eres?”.
Confundido un poco y luego de meditar unos instantes le dijo: Creó que ya comprendí su pregunta, soy el hijo de Jaim Donner.
El rabino, nuevamente insatisfecho volvió a decirle: “No te he preguntado por la identidad de tu padre, sino que te he preguntado: ¿quién eres?”.
Decidió reflexionar un poco más sobre la pregunta del Rabino, hasta que finalmente le dijo: “Soy un estudiante de la yeshivá ‘Torat Jaim’”.
El Rabino lo miro fijamente a los ojos y por tercera vez le dijo: “no te he preguntado cual es tu ocupación ni dónde estudias. Te he preguntado sencillamente ¿quién eres?”.
Sintiéndose superado por la insistente y “amenazadora” pregunta aún no contestada, se dirigió el joven al Rabino y le dijo: “me rindo señor Rabino, ¿podría contestarme usted por favor quién soy? El Rabino lo miro fijamente a los ojos y le dijo: Tu eres el alma divina que hay en ti. No eres ni tu nombre, ni tu ropa, ni tampoco aquello que estudias …
El alma es nuestro “yo” verdadero, y es a ese yo al que con mayor énfasis debemos de tratar de cuidar y alimentar.
El regreso a la tierra de Israel
Rabí Shmuel Moholiver visitó una vez San Peterburgo. Allí se realizó una fiesta en su honor en la cual dio un discurso a favor de “los amantes de Tzión”. El Profesor Noaj Baksht que se oponía a dicho movimiento, se levantó y dijo: ¿En verdad usted cree que se puede levantar un Estado Judío en la Tierra de Israel? Le contestó Rabí Shmuel con voz calma diciéndole: “Yo también tengo una pregunta para usted: cuando su padre lo envió al colegio, ¿acaso él sospechaba que su hijo Noaj se transformaría algún día en un Profesor? ¿Cuál fue pues el pensamiento que paso por la cabeza de su padre al enviarlo a estudiar en el colegio? Seguramente él pensó así: si mi hijo logra aprender el lenguaje del país en el colegio, definitivamente eso será muy bueno. Si además logra terminar sus estudios en el colegio y transformarse en un comerciante ilustrado ¡pues qué mejor! Y si encima luego es aceptado en la Universidad y logra transformarse en un profesor ¡eso sería verdaderamente algo excelente …! Así también decimos nosotros acerca del asentamiento en la tierra de Israel: ¡Vayamos a asentarnos a la tierra de Israel! Si logramos encontrar allí nuestro sustento, ¡pues que bueno! Si además logramos erigir un centro espiritual, ¡pues qué mejor!, y si además llegamos algún día a poder erigir un Estado propio, ¡pues eso será verdaderamente excelente!
Vivir en Israel
Rabí Aizel Jarif consideraba a cada judío que hacía aliá a Israel como a una persona sumamente sagrada, como a un verdadero “justo” en el más amplio sentido de la palabra.
Una vez, entró una de las personas allegadas a Rabí Aizel y vio que el estaba con su cabeza agachada, esperando a que un judío simple coloque sus manos sobre su cabeza para otorgarle su bendición. Dicha persona no comprendió el porque de tan sorprendente conducta.
Cuando falleció Rabí Aizel y dicha persona fue tras su féretro, los alumnos de Rabí Aizel se acercaron y le preguntaron acerca de lo que había sucedido aquella vez, cuando colocó su mano sobre la cabeza de Rabí Aizel.
Les dijo aquel señor: lo que sucedió fue que yo iba a realizar mi aliá a la tierra de Israel y entré con Rabí Aizel para que me bendiga antes del viaje. Al escuchar que yo me iría a vivir a la tierra de Israel, se dirigió a mi y me dijo: en lugar de que yo te bendiga a ti, tu debes de bendecirme a mí; pues tu eres la persona sagrada que se radicará en la tierra de Israel. Es por ello que yo coloqué mis manos sobre su sagrada cabeza y lo bendije …

Regreso a Eretz Israel.
Rabí Shmuel Moholiver visitó una vez San Peterburgo. Allí se realizó una fiesta en su honor, donde dio un discurso en favor de “los amantes de Tzión”. El Profesor Noaj Baksht, que se oponía en aquel entonces a dicho movimiento, se levantó y en voz alta dijo: ¿En verdad usted cree que se puede levantar un Estado Judío en la Tierra de Israel?
Rabí Shmuel con voz calma le contestó diciéndole: “Yo también tengo una pregunta para usted: cuándo su padre le envió al colegio, ¿acaso él sabía que su hijo Noaj se transformaría en un Profesor? ¿Cuál fue pues el pensamiento que paso por la cabeza de su padre al enviarlo a estudiar en el colegio? Seguramente él pensó así: si mi hijo logra aprender el lenguaje del país en el colegio, definitivamente eso sería muy bueno. Si además logra terminar sus estudios en el colegio y transformarse en un comerciante ilustrado ¡pues qué mejor! Y si encima luego es aceptado en la Universidad y logra transformarse en un profesor ¡eso sería verdaderamente excelente …! Así también decimos nosotros acerca del asentamiento en la tierra de Israel: ¡Vayamos a asentarnos en la tierra de Israel! Si logramos encontrar allí nuestro sustento, ¡pues que bueno! Si además logramos erigir un centro espiritual, ¡pues qué mejor!, y si además llegamos algún día a poder erigir un Estado propio, ¡eso será verdaderamente excelente!
Una carta vacía
Un judío siempre se encuentra de camino a Ierushalaim (Jerusalem). No hay dolor en el mundo que pueda provocar que me olvide de Ierushalaim. Tampoco hay alegría en el mundo que pueda provocar que me olvide de Ierushalaim.
Nuestro sagrado Rabino el Maguid de Mezeritch, y nuestro sagrado Rabino de Gurlitz, se mantuvieron en contacto por correspondencia durante más de diez años. Cada uno comenzaba sus cartas con las palabras: «Para mi importante y querido amigo» y firmaba con su nombre: “Abrahama’le” o “Brujel” (dependiendo de quién la enviase). Sin embargo, entre la apertura y la firma de la carta, la hoja se hallaba completamente en blanco. Cuando le preguntaron al Maguid de Mezeritch por qué él y el Rebe de Gurlitz se mandaban este tipo de cartas, él les respondió: “cuando se escribe con tinta hay palabras, cuando se escribe con sangre no hay palabras”.
Cada judío en el mundo recibe cartas desde Ierushalaim, una hoja vacía que empieza con las palabras: “Para mi querido amigo”, y que está firmada: “Ierushalaim”. Esta hoja es tan profunda y sagrada … por un lado te da esperanza y por el otro lado te parte el corazón.
Queridos hermanos y hermanas: yo les escribo sosteniendo esta carta vacía, tanto en mi mano como en mi corazón. Todos amamos tanto a Ierushalaim y a la tierra de Israel … y debido a que la hoja está vacía, cada uno llena dicha hoja con sus propias palabras.
Yo sé que las palabras que cada judío escribe provienen de su profundo amor por Ierushalaim. Sin embargo, espero que llegue el día en que las piedras quebradas del Kótel Hamaaraví, los corazones rotos del pueblo de Israel desde hace ya dos mil años, revelen lo que realmente Ierushalaim desea de nosotros.
Yo los bendigo a ustedes y a mí para que mañana por la mañana, o inclusive hoy por la noche en nuestros sueños, recibamos otra carta de Ierushalaim; mas no una carta cubierta de sangre, sino una carta colmada de luz, rebosante de la luminosidad que desde Ierushalaim resplandecerá hacia el interior del pueblo de Israel, y hacia el interior de toda la humanidad.
Frima: Su hermano y amigo, Shlomo ben Fasia. El loco de amor por cada judío. Loco de amor por Ierushalaim. Y de tanta locura, enamorado aún del mundo entero (Extraído del libro “Para mis hermanos y amigos” del Rabino Shlomo Carlebaj ztz”l).
No dar la espalda al kotel
Al Kotel no le damos la espalda

Si un judío le hubiese dicho a un soldado romano hace dos mil años, que él iba a regresar a la tierra de Israel y a Yerushalaim, y que algún día reconstruiría el Beit Hamikdash, éste seguramente le hubiera golpeado la cara diciéndole que estaba completamente loco y que decía únicamente disparates. Sin embargo, ¿quién se acuerda hoy de aquel soldado romano? Nosotros en cambio, sí que hemos regresado. ¡Aunque parezca algo casi imposible de creer!
Yo sé que una parte de nosotros vive en Nueva York, en Inglaterra y en todo tipo de lugares fuera de la tierra de Israel. Sin embargo, yo quiero bendecirlos con algo especial, que siempre suelo decirle a mis amigos más queridos: ¿Saben ustedes cómo nos retiramos del Kótel? No nos damos la vuelta y nos vamos de allí, sino que caminamos hacia atrás (mirando siempre en dirección al Kótel).
Cuando nos encontramos con el Zar de Rusia, no le damos la espalda … Yo los bendigo para que siempre caminen hacia atrás, y para que siempre guarden en vuestra memoria al Kótel Hamaaraví, y a la sagrada ciudad de Jerusalem. Y también los bendigo para que cuando vuestros hijos crezcan y dejen vuestro hogar para construir sus propios hogares, nunca dejen de mirar en dirección a Ierushalaim …
Hay muchos hijos que al irse de casa se dan la vuelta, y ya no quieren continuar construyendo un hogar judío. Yo los bendigo para que vuestros hijos dejen vuestro hogar caminando siempre hacia atrás, y que los hijos del pueblo de Israel levanten casas que permanezcan para siempre conectadas con Ierushalaim y con el sagrado Kótel Hamaaraví …

Alegrar a las personas
Se cuenta que una vez, un grupo de personas notó que el Tzadik (justo) Rabí Israel Salanter estaba parado en una de las calles de Vilna charlando con un hombre simple. Prestaron atención que el Tzadik Rabí Israel Salanter lo entretenía contándole chistes y cosas divertidas, y que ambos se reían juntos de ello.
Esta extraña conducta del Tzadik sorprendió de sobremanera a las personas que por allí pasaban, pues todos sabían lo cuidadoso que era Rabí Israel de Salanter en no hablar palabras vanas o cosas sin sentido.
Al despedirse de aquel señor, uno de sus alumnos se acercó a Rabí Israel Salanter y le preguntó por lo aparentemente extraño de su conducta, pues también de ello quería aprender la forma adecuada de actuar. Rabí Israel Salanter le explico: “ese judío que se acaba de ir, es una persona que se encuentra pasando por una situación sumamente difícil y su estado de animo estaba totalmente “por el piso”. Al darme cuenta de lo que le sucedía, decidí que era oportuno contarle chistes y cosas divertidas, para así elevar su animo y darle fuerzas para continuar esforzándose; y no hay mitzvá más grande en el mundo que alegrar el corazón de las personas …
Esto enseñaron mis maestros
Contó el Rabino Abraham Bahern, quién erigió un colegio de niñas ejemplar en Kfar Pines y posteriormente otro en la ciudad de Jederá, lo que provocó que tomase la decisión de transformarse en un educador en el pueblo de Israel.
Así él nos contó. Cuando era niño, mientras estudiaba en el Talmud Torá “Etz Jaim”, el día de estudios era muy extenso y culminaba al anochecer.
Para calmar el hambre, nos daban a cada niño un plato lleno de compota a la tarde, y cuando un niño terminaba su plato, tenía permiso para acercarse a la cocina y pedir más
Uno de aquellos días, recibí mi porción de alimento y comencé a comer. Tenía mucho hambre y temí que hasta que termine mi comida, se termine la compota que aún le sobraba a la cocinera. Me acerqué inmediatamente a ella y le pedí otra porción. Su reacción fue: “¡recién recibiste tu porción!”. Yo era un niño y como consecuencia del enojo provocado por su respuesta, tomé por mi mismo la olla, y la compota se cayó enterita de bruces contra el piso … lo cual provocó un gran tumulto y desorden en el lugar.
Al día siguiente me avisaron que el “mashguiaj rujani” (supervisor espiritual) del Talmud Torá, el Tzadik Rav Arié Levín, me citó para reunirse conmigo. Temí mucho de aquella reunión, pues estaba seguro que me iban a escarmentar por mi conducta.
Cuando entré en su pequeña oficina la cual estaba debajo de las escaleras del Talmud Torá, me sentó a su lado y me dijo: he escuchado lo que te sucedió ayer, y me he dado cuenta de que a ti te gusta mucho la compota.
Aquí tienes un plato de compota solo para ti. Siéntate y cómelo hasta que te sientas satisfecho. En ese mismo momento me dije a mi mismo: he recibido una gran lección sobre cómo se debe de educar. Y fue en ese momento, que decidí que cuando crezca, también yo quería transformarme en un educador para el pueblo de Israel.
Buscar excusas para no dar
Los que buscan excusas par no dar

Se cuenta que una vez, Rabí Shmuel Moholiver, llegó de visita a una ciudad para juntar dinero para ayudar a la construcción de la Tierra de Israel. Reunió allí a las personas importantes y sabios de la ciudad, para darles un sermón sobre las bondades de la tierra de Israel, y de la importante mitzvá que cumplen quienes habitan en ella, la cual es equivalente al peso de todas las demás mitzvót de la Torá juntas. También enfatizó la importancia, de que –especialmente– las personas adineradas del pueblo de Israel, aporten su generosa ayuda a la construcción del país.
Cuando finalizó Rabí Shmuel su discurso, se levantó una de las personas que estaban allí presentes, quien también era rica en bienes materiales y también “rica” en temor de D-s. Se dirigió al Rabino Shmuel Moholiver y le dijo: Mi estimado Rabino, mi voluntad es dar mi dinero en forma generosa para la construcción de la Tierra de Israel. Sin embargo, usted y yo sabemos, que muchos de los grandes sabios de Israel de esta generación, se oponen a la idea de intentar acelerar la finalización del exilio. Además, muchas de las personas que se ocupan de la construcción del país, no son temerosas de D-s y transgreden los sagrados contenidos de la Torá. Es por eso, que yo sospecho que dar en un caso así, podría ser llegado a ser considerado como un caso de “hacer una mitzvá a través de cometer una transgresión” (cosa que evidentemente está prohibida); y en lugar de ganar por haber hecho una mitzvá, tendré una “perdida” espiritual por haber dado mi dinero a un fin incorrecto …
Le contestó dijo Rabí Samuel a esta persona: Te voy a contar una historia que sucedió hace algunos años.
En una aldea pequeña, vivía un joven que se ocupaba de estudiar día y noche la Torá. Él integraba al grupo de jóvenes que abandonaban sus ciudades natales en búsqueda de mejores lugares para profundizar sus conocimientos sobre los estudios sagrados.
Su padre le enviaba los telegramas y el dinero para su hijo, a través de un Shojet (matarife) que vivía en la aldea, y quien personalmente se lo hacía llegar.
Una vez, recibió el joven una carta de su padre, en la cual expresaba su sorpresa por no haber confirmado la recepción de los veinticinco rublos que le había enviado con el Shojet.
Se dirigió el joven a lo del Shojet y le mostró el telegrama de su papá. Le dijo entonces el Shojet: Por mi vida que yo no he recibido dicho dinero.
No pasaron muchos días, y el muchacho recibió otra vez una carta de su padre, en la cual le preguntaba nuevamente por el dinero que le había envíado.
Se dirigió otra vez a lo del Shojet, más éste afirmó no haber recibido tal dinero.
Sin quedarle otra opción, el joven citó al Shojet a un “Din Torá” (Juicio ante un Tribunal Rabínico), para que ellos determinasen cual es el veredicto en una situación así.
El veredicto del tribunal rabínico, fue que el Shojet debía jurar que él no había recibido dicho dinero.
Sacó el Shojet veinticinco rublos de su billetera y se los entregó al juez para que éste se lo transfiera al muchacho, jurando en ese mismo instante que el dinero jamás le llegó a él.
Le preguntaron los sorprendidos jueces: Si pagaste, ¿para que juraste? – y si juraste, ¿para qué pagaste?
Les dijo entonces el Shojet: Si hubiera jurado y me hubiera ido, hubieran sospechado que yo me quede con el dinero y que solo juré en falso para no tener que devolverlo.
Por otra parte, si lo hubiera pagado y no hubiera jurado, hubieran sospechado que yo me robé el dinero y que por temor a la gravedad de hacer un juramento, lo devolví. Ahora que yo pague y también juré, todos pueden ver que yo no me quedé con el dinero y que mi juramento fue un juramento verdadero.
Señores míos: “Así sucede también con el tema que estamos tratando. Todo aquel que no quiere dar para la construcción de la tierra de Israel con el argumento de que es temeroso de Hashem y que no quiere dar para una causa en la cual pueda haber una transgresión, mejor que primero dé su dinero y que luego diga sus argumentos, pues así sabremos que verdaderamente no quería dar por temor de D-s.
Sin embargo, si solamente argumenta y finalmente no da de su dinero, va a haber lugar para sospechar, que en realidad lo único que buscaba era quedar absuelto de tener que contribuir …

 

Cuentos del siglo 20

El pasaporte del Berditchever
Entraron los nazis al pueblo. Tomó el padre a su hija y rápidamente la condujo al sótano del edificio. Le puso una servilleta de tela blanca en sus manos, y le dijo que ese era su pasaporte. Se despidió de ella y presurosamente se marchó.
Los nazis concentraron a todos los judíos en la plaza, y los deportaron en trenes hacia el este.
La pequeña niña permaneció tres días y tres noches en el sótano, sin comer ni tomar absolutamente nada.
Sin poder soportar más el hambre y la sed, salió con sus últimas fuerzas de su escondite, y comenzó a marchar en dirección a la estación de tren.
Al llegar allí, un tren estaba por salir. Subió rápidamente a él, y en lugar que estaba vació se sentó.
Ella solo soñaba con abandonar a aquel infierno que se había llevado a su padre y al resto de su familia.
Al llegar a la frontera con Suiza, subió al tren un soldado alemán y con voz amenazante gritó: ¡Pasaportes. Documentos!
Cada persona sacó su pasaporte y se lo mostró para que lo revisase.
Cuando llegó el soldado al asiento donde se encontraba la pequeña niña, ella le enseño su servilleta al soldado. Éste observó detenidamente la servilleta, la revisó, y sin decir palabra se la devolvió …

Esta historia, comenzó en realidad doscientos años atrás.
Un anciano judío se hallaba gravemente enfermo. Los médicos locales le dijeron, que la única esperanza para poder salvar su vida era viajar a Viena y operarse con un médico experto allí.
Los gastos del pasaje de ida y vuelta, más los gastos de la operación, ascendían a mil rublos. Con gran apremio vendió todas sus pertenencias y logró juntar exactamente dicha suma.
Se dirigió a la Policía de su pueblo para que le emitan un pasaporte, y el policía que lo atendió le dijo: ¡Sucio Judío! Tu no tienes derecho a recibir un pasaporte. Si quieres uno, tendrás que pagarme mil rublos. De lo contrario, no podrás recibir tu pasaporte.
Quebrantado y desconsolado, decidió dirigirse a la ciudad de Berditchev, para plantearle su problema al Tzadik Rabí Levi Itzjak.Al llegar a allí, golpeó a la puerta de su casa, y encontró al Tzadik sentado leyendo de un libro.
Se acercó ante Rabí Levi Yitzjak, y se desahogó ante él contándole su gran pena.
Rabi Levi Yitzjak le dijo que se siente y que esperase a que él regresase.
Rabi Levi Yitzjak entró a su cuarto y cerro tras de sí la puerta.
Pasó una hora y Rabí Leví Yitzjak no salía, pasaron dos horas y no salía. Pasaron tres horas y no salía. Al comienzo de la cuarta hora, salió Rabí Leví Yitzjak de su cuarto, y entregándole un pañuelo totalmente húmedo con sus lágrimas, dirigiéndose a aquel judío le dijo: “Este es tu pasaporte”.
El hombre abrió la servilleta y vio que era un simple pedazo de tela blanca. Sin embargo, tan grande era su fe en el Tzadik Rabí Levi Itzjak, que confiado se marchó con el “pasaporte” que le había entregado.
Al llegar a la frontera, presentó confiado su “pasaporte”. Con este “pasaporte” llegó a Viena, y con este “pasaporte”, luego de una exitosa operación, también regresó de Viena.
Esta servilleta de tela, que habían contenido a las lágrimas de Rabí Levi Yitzjak de Berditchev, pasó de padre a hijo y de madre a hija, hasta que finalmente llegó a las manos de aquel padre que debió de abandonar a su pequeña hija.
Con ese “pasaporte” se salvó la niña del infierno nazi, con ese “pasaporte” llegó a las costas de Eretz Israel, donde pudo construir finalmente su nuevo hogar.
Esta mujer vive hoy en día en Jerusalem. En su testamento escribió que quiere ser enterrada junto con ese sagrado “pasaporte”, pues también le servirá para entrar con él al Paraíso, y así poder agradecerle a Rabí Leví Yitzjak de Berditchev, por haberle salvado – a través de sus lágrimas- su propia vida.
Que el mérito de Rabí Levi Yitzjak nos proteja y que traiga éxito y bendición sobre nosotros y sobre todo el pueblo de Israel. Amén.

El rompecabezas
Un científico, que vivía preocupado por los problemas del mundo,
estaba resuelto a encontrar los medios para contribuir a disminuirlos. Días enteros se pasaba en su laboratorio, en busca de respuestas satisfactorias para sus preguntas.
Cierto día, su hijo de siete años invadió su laboratorio decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió que se fuese a jugar a otro lado.
Viendo que era imposible sacarlo de allí, pensó en algo que pudiera darle al niño para mantenerlo ocupado. De pronto, encontró una revista en la cual había un mapa del mundo, justamente lo que él precisaba.
Con unas tijeras, recortó el mapa en varios pedazos, y tomando un rollo de cinta, se lo entregó a su hijo diciéndole: -“como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el “mundo” todo roto, para que tú sólo lo repares, sin recibir ayuda de nadie”.
El padre pensó que al pequeño niño le llevaría diez días componer aquel mapa.
Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando, pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente diciéndole: “Papá, papá, ya lo hice, conseguí terminarlo”.
Al principio el padre no creyó en lo que el niño le estaba diciendo, pues pensó que era imposible que a su corta edad lo hubiese conseguido.
Desconfiado, levantó la vista de sus anotaciones, con la absoluta certeza de que vería un rompecabezas “mal hecho” por un niño.
Grande fue su sorpresa, cuando observo que el mapa estaba armado en forma completa a la perfección.
¿Cómo era posible? ¿Cómo un niño tan pequeño había sido capaz de lograr algo tan difícil y complejo?
El padre se dirigió a su hijo y con asombro le preguntó: -“Hijito, si tu no sabías como era el mundo… ¿cómo lo lograste armar?”
-“Papá – respondió el niño – yo no sabía como era el mundo, pero
cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Lo que hice fue dar vuelta el rompecabezas y comenzar a recomponer al hombre. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y me dí cuenta que había logrado arreglar el mundo …”.
El abolengo
Sobre este mismo tema, se cuenta que una vez llegó ante un Rabino cierta persona, la cual se jactaba de su abolengo familiar, y de los antepasados maravillosos que había tenido. El Rabino, luego de haber escuchado suficiente de aquella persona, lo miro fijamente a los ojos y con gran vehemencia le dijo: “¿Sabe cual es la diferencia entre usted y yo? Que mientras que con usted, aparentemente el abolengo de su familia se termina, el mío, con la ayuda de D-s, recién empieza …”.

Un mundo inverso
Un conocido Rabino visitó una vez una sinagoga donde rezaban personas “modernas”. Observo el Rabino que besaban a la Torá estirando sus dedos. Luego, al venderse las “aliot” para decir la bendición de la Torá, observo que la gente donaba sumas verdaderamente respetables. Luego de la Tefila, escucho decir al Gabai que eran muy pocas las personas que verdaderamente pagaban lo que prometían. El Rav se dirigió al Gabai y le dijo: He visto un mundo inverso, a la Torá la besan con la mano, mientras que la tzdaká la dan únicamente con su boca. Sería mejor que a la Torá la besen con su boca, y que la tzdaká salga verdaderamente de sus manos …
Qué es más importante
El genio Rabí Isser Zalman Meltzer, caminaba acompañado de su alumno hacia la Yeshivat “Etz Jaim”, donde tenía que dar una clase. Mientras caminaba, comenzó a llover una lluvia torrencial. En medio de su caminata, los paró un judío que se ocupaba de juntar dinero para Tzedaká y le pidió una contribución. Comenzó Rabí Isser Zalman a buscar en sus bolsillos, hasta que encontró un billete y se lo entregó a aquel judío.
La demora provocó que sus ropas se mojasen, motivo por el cual, le dijo el alumno al hombre que pedía la Tzedaká: “no está bien lo que hace usted, pues el Rabino se está mojando en medio de la lluvia torrencial, además de que se está dirigiendo a dar su clase”. Interrumpió el Rabino a su alumno y le dijo: “querido alumno: mi ocupación es la de dar mi clase y la ocupación de este señor es la de juntar el dinero para darlo de Tzedaká”. Créeme que yo no se cual de las dos ocupaciones es la más valorada en el cielo … por lo tanto, por demás que está justificado que me moje para poder cumplir con la mitzvá de la Tzedaká …
Cuidar, cumplir y hacer
Contó Rabí Israel Meir HaCohen de Radin, autor del libro “Jefetz Jaim”, que había una vez un hombre rico que debía viajar a un lugar lejano por un tiempo prolongado. Antes de salir de su casa, le entregó a uno de sus sirvientes una lista donde detallaba las cosas que debía hacer durante su ausencia, advirtiéndole que no se olvide de leer cada día la lista para hacer lo que le pidió. Cuando regresó de su viaje, llamó inmediatamente a su servidor y le preguntó: “¿Hiciste todo lo que te ordene?”. “¡Por supuesto, señor, contestó el sirviente, he leído todos los días la lista que me entregó!”. Le preguntó entonces su señor: “¿Y obviamente has hecho lo que allí está escrito?”. “No señor, yo solamente leí la lista tal como usted me lo ordenó”. Le dijo entonces el dueño de casa: “¿Es que acaso yo te entregué la lista para que la leyeras y nada más? Yo te di la lista para que la repases y te sirva como guía, para que de esa manera recordaras todas las cosas que tenías que hacer, sin olvidarte de ninguna de ellas. ¡Yo no te di la lista para que su lectura sustituya a lo que debías de hacer!”.
Luego de contar este cuento, comentó el “Jefetz Jaim”: Así también sucede con el estudio de la Torá y la conducta de muchos judíos: la Torá detalla todas las acciones que debemos de hacer en cada momento de nuestras vidas, y su sabiduría y su valor espiritual son inmensos. Sin embargo, muchos judíos solo la estudian de manera teórica, tal como el sirviente lo hizo con su lista, viviendo en la incoherencia de no traducir sus contenidos al terreno de la acción …
Nuestra lengua y el Paraíso
Una vez, en la festividad de Purim, se emborrachó uno de los alumnos de la Yeshivá de Radin. Mientras estaba borracho, entró al cuarto donde se hallaba el “Jefetz Jaim” y le pidió que le prometiera que iba a estar con él en el Paraíso. El “Jefetz Jaim” le dijo: “¿Cómo te puedo prometer algo así, si ni siquiera yo estoy seguro de que tendré un lugar allí?
El joven no estaba dispuesto a aceptar aquella respuesta, y continuó exigiéndole que tomase sobre sí dicha promesa.
Más de una hora le insistió el joven en su pedido, y más de una hora, le contestó el “Jefetz Jaim” con el mismo argumento.
Se acercaba el tiempo límite para comenzar el banquete de Purim, y el alumno no estaba dispuesto a retirarse sin que el “Jefetz Jaim” le halla hecho formalmente la promesa.
Las personas le recomendaron al “Jefetz Jaim” que tome sobre si el compromiso, pues sino no iban a poder comenzar con el banquete, mas también a ellos el “Jefetz Jaim” les argumento de la misma manera
Finalmente, el “Jefetz Jaim” se dirigió al muchacho y le dijo así: “Mira, si voy a tener un lugar en el Paraíso o no, eso yo realmente no lo se; pero sí existe una cosa por la cual yo pienso que quizás merezca recibir un lugar en el Paraíso, y es que desde que tengo uso de razón, jamás he hablado “lashón hará” (maledicencia) sobre ninguna persona, ni tampoco lo he escuchado.
Si me prometes que de ahora en más no vas a hablar ni escuchar “lashón hará” sobre nadie, entonces te podré prometer que estarás junto a mi en el lugar que yo tenga en el Paraíso …
El honor del prójimo
El Rabino Jaim Ozer de la ciudad de Grodzensky, iba una vez caminando junto a sus alumnos por las calles de Vilna. De pronto, se acercó a el un hombre y le pregunto al Rabino si conocía donde quedaba determinada calle. A pesar de que la calle quedaba lejos de allí, caminó el Rabino Ozer durante casi media hora hasta que llegaron a la dirección exacta a la cual el hombre tenía que llegar.
Le preguntaron los alumnos al Rabino: Por qué dedicó tanto tiempo a acompañar al señor hasta la dirección que necesitaba? Acaso no podría haber hecho lo que la gente comúnmente hace, que es dar las indicaciones de como llegar, y como máximo la persona hubiera preguntado nuevamente durante el camino donde quedaba la dirección exactamente? Por que usted decidió realizar una caminata tan extensa para acompañarlo al lugar preciso al cual tenia que llegar?
Les contestó el Rabino Ozer: Acaso no se dieron cuenta que el señor que preguntó por la dirección era tartamudo? Si yo no lo hubiera acompañado, el hubiera tenido que preguntar una y otra vez, con la incomodidad y vergüenza que eso implica para una persona de su condición. Para evitar que una persona sea avergonzada, vale la pena realizar una caminata tan larga como la que hicimos …

 

Cuentos generales

Buenas acciones
Un día, se despertó Ionatán temprano por la mañana, y recordó el cuento que le había contado su mamá el día anterior antes de irse a dormir. Ese cuento era sobre el patriarca Abraham, quién todo el tiempo buscaba como hacer obras de bien … y quién inclusive, a pesar de estar viviendo en el caluroso desierto, salía diariamente de su tienda para buscar invitados.
Su mamá le había contado que los tres invitados que habían venido, no eran hombres sino ángeles, los cuales habían llegado para avisarle a Sará sobre el nacimiento de su hijo Yitzjak. El cuento llenó de emoción el corazón de Ionatán, y este se dijo a si mismo “ ¡Qué gran Tzadik que era Abraham, yo también quiero ser como él”.
Se levantó rápidamente, se lavo las manos y se vistió, y salió de su cuarto decidido a buscar buenas acciones para poder hacer. Se dijo para si mismo: “¿Quién sabe? Quizás Hashem me envíe un ángel también a mi, o algún milagro por el estilo, para que así yo también pueda hacer una buena acción. Recitó las bendiciones matutinas y el “Shma Israel” con suma intención, y apurado se dirigió a la cocina para desayunar y así tener más fuerzas para poder hacer buenas acciones. Mientras su mamá preparaba el desayuno le dijo: “Querido Ionatán, ¿viste los juguetes que quedaron desde ayer desparramados por el piso en el cuarto de los niños? Yo tengo mucho trabajo hoy y no voy a tener tiempo para poder ordenarlos. ¿Podrías juntarlos por favor y guardarlos en el armario?”
Con una sonrisa llena de orgullo, Ionatán le contestó a su madre: “Mamá, hoy no puedo porque estoy muy ocupado, y pienso salir en búsqueda de buenas acciones tal como me ensañaste ayer acerca de nuestro patriarca Abraham. Cuando regrese a casa juntaré los juguetes”.
Salió Ionatán corriendo de su casa y se dirigió a la casa de su abuelo. Su abuelo era un gran Rabino y sabio de la Torá. Ionatán pensó que seguramente él le podría recomendar acerca de buenas acciones que podría lograr hacer. Quizás buscar dinero para alguna familia pobre necesitada, o ayuda para hacer posible la construcción de un Beit Kneset …
Entró Ionatán a la casa de su abuelo, y para su gran sorpresa no lo vio estudiando Torá como generalmente sucedía, sino arreglando la puerta de un armario que se había salido de su lugar.
Le contó Ionatán sobre sus planes de hacer buenas acciones, más su abuelo solo esbozó una sonrisa. Se dirigió el abuelo a Ionatán y le dijo: “Quizás podrías sostenerme la caja con los clavos mientras yo trato de fijar la puerta …”.
“Clavos”, se dijo Ionatán para sí con gran decepción. “Mi abuelo está tan ocupado con la puerta que quiere arreglar, que no entiende que yo estoy buscando realizar buenas acciones. No lo voy a molestar, mejor voy a consultar a mi abuela, quizás ella me pueda recomendarme buenas acciones para hacer”. “¡Ionatán!” exclam su abuela demostrando la gran alegría que tenía de verlo: “¡Qué linda sorpresa! Ven querido nieto, ayúdame por favor a sacar la ropa que está colgada, pues me temo que prontamente va a comenzar a llover y no quiero que se moje”.
Miro Ionatán a su abuela y le dijo: “Lo siento abuela. Estoy muy apurado, tengo algo muy importante que hacer”.
Salió Ionatán de la casa de su abuela y se dijo a si mismo: Ya se, tengo que hacer una lista con buenas acciones que puedo hacer. De esta manera, todo estará ordenado en mi mente y sabré con qué comenzar. Sacó un papel del escritorio de su papá y se sentó a escribir: “Buenas acciones que se pueden hacer: Recibir invitados, visitar enfermos, dar dinero a los necesitados, etc …”. Sin embargo, antes de terminar su lista, su pequeña hermana se dirigió a él y le pidió con voz llorosa que la ayude a arreglar la muñeca a la cual se le había salido su pierna. “¡Muñecas!” dijo enojado Ionatán: ‘¿Yo estoy haciendo una lista de buenas acciones y tu mes molestas con ‘muñecas’? Así no se puede trabajar”.
Y así continuó Ionatán pensando durante largo tiempo acerca de buenas acciones que se podían hacer. Finalmente se dijo a si mismo: “¿Cómo puede ser? ¿Un niño judío quiere hacer buenas acciones, y Hashem no le envía ni una sola oportunidad para hacerlas?”. Pensó durante largos minutos, hasta que de pronto se lleno de vergüenza y dijo como recriminándose a si mismo: “¿Qué hubiera hecho Abraham nuestro patriarca si le hubieran pedido que ordenase su cuarto, o que ayudase a arreglar una puerta rota, o que bajase la ropa que estaba colgada, o que arreglase la pierna de una muñeca? Abraham nuestro patriarca hubiera entendido que justamente esas son las buenas acciones que Hashem le envió para realizar. “Y yo, Ionatán, de tanto pensar y pensar en hacer buenas acciones, desperdicié todo mi día sin hacer ninguna”.
Al escuchar su mamá los pensamientos que dijo en voz alta Ionatán, se dirigió a él y le dijo: “No te sientas mal mi querido hijo, pues hoy has aprendido una gran lección: que son justamente las pequeñas situaciones que se presentan en cada día, las oportunidades que Hashem nos envía para que podamos ayudar a nuestros semejantes y así transformarnos en mejores personas.
El león y los tres toros
Había una vez, un león muy hambriento, que acercándose a un valle vio a tres grandes toros pastando muy placidamente. Un toro era rojo, el otro negro y el otro blanco.
El león estaba realmente muy hambriento, pero era imposible que luchase contra tres poderosos toros a la vez y lograra vencerlos. Se le ocurrió entonces una idea. Se acerco a los toros rojo y negro y les dijo: “Miren cuan pálido y desagradable se ve el toro blanco. Déjenme que vuelva mañana por la mañana y yo me lo devoraré, y así ustedes y yo podremos compartir juntos la vida en este hermoso valle”. Los dos toros aceptaron considerar la propuesta y contestarle al día siguiente. Al llegar el león al valle, los toros le dijeron que efectivamente también a ellos les parecía que el toro blanco se veía muy pálido y desagradable, y que aceptaban gustosos que se encargara de devorarlo.
El león se puso manos a la obra, y en pocas horas había acabado con el toro blanco.
A la semana siguiente, el león estaba nuevamente con muchísima hambre. Se acerco al valle y al ver a los dos toros pastando, también le pareció que seria una empresa muy difícil poder luchar contra ambos toros. Se acerco entonces al toro de color rojo y así le dijo: mira al toro negro que sucio y feo que se ve. Déjame venir mañana y devorarlo, y tú y yo compartiremos juntos la vida en este verde y agradable valle. El toro rojo aceptó gustoso considerar la propuesta, y al día siguiente le dijo al león, que también a él le disgustaba mucho el aspecto sucio y desagradable del toro negro, aceptando con gusto que también a él se lo comiera. El león nuevamente se puso manos a la obra y en pocas horas se lo había devorado casi completamente al toro negro.
Placidamente, se retiro de aquel valle para descansar en su guarida. A la tercer semana, cuando nuevamente se hallaba con hambre, se acerco al toro rojo y le dijo: “prepárate, pues en unos minutos voy a empezar a devorarte. El toro rojo lo miró y le dijo: “¡¿Pero cómo?!, ¿no éramos amigos que íbamos a vivir juntos compartiendo la vida en el valle?”. El león lo miro y le dijo: “amigos … amigos”, pero cuando yo tengo hambre ya no tengo más “amigos”, e inmediatamente comenzó a devorarse al último de aquellos tres toros …
¿Cuál es el mensaje para el pueblo de Israel? En el pueblo judío existen diferentes tipos de personas y de grupos. Cuando nos mantenemos unidos y no hablamos mal los unos de los otros, ningún enemigo del mundo puede luchar exitosamente contra nosotros. Sin embargo, cuando hablamos mal sobre los demás, o estamos dispuestos a “sacrificarlos” en harás de nuestros objetivos, ello despierta el insano apetito de nuestros enemigos, los cuales aprovecharán esa “debilidad” –Hashem no lo permita– para así intentar devorarnos …
Quiera Hashem que sepamos convivir unos con otros, aceptando las inclinaciones personales de cada quién, en armonía con Hashem, la Torá y la santidad del pueblo de Israel.
Ama a tu prójimo como a ti mismo
En cierta oportunidad, un Rabino decidió guardar el dinero que llevaba consigo dentro de uno de los libros de Torá que estaba estudiando. Colocó su dinero en el lugar en el cual aparece la mitzvá de “no robarás”. Al cabo de unos días fue a buscar su dinero a dicho libro, mas se percató que el dinero ya no se encontraba en el lugar donde lo había dejado. Lo buscó con mayor detenimiento y encontró un billete del doble de valor que el billete original. El billete estaba colocado en la página que decía: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” …
Esclavo de un esclavo
En Atenas, capital de Grecia, vivía hace muchos años una persona muy rica que poseía muchos esclavos. Este rico señor era, por naturaleza, un individuo sumamente enojadizo, y a quién no le hacía caso, simplemente le profería una buena porción de insultos y de golpes. Una vez, en el momento en que le pegaba a uno de sus esclavos como era su costumbre, pasó por allí un famoso sabio. Se detuvo aquel sabio y le dijo: “no es adecuado que un esclavo le pegue a otro esclavo”.
Inmediatamente paró el rico señor de pegarle a su esclavo. Se irguió orgullosamente y le preguntó al sabio: ¿Por qué usted dice eso? ¿Acaso yo no soy el dueño de mi esclavo?
Le contestó entonces el sabio: la diferencia entre tú y el esclavo es que él no puede librarse del enojo de tu mano, pues él te pertenece. Pero tú, en cambio, eres esclavo del enojo que te domina, hasta tal punto que eres incapaz de liberarte de él.
Las palabras del sabio hicieron reflexionar al hombre rico, quién a partir de ese momento se esforzó por dejar la “esclavitud de su enojo” para así comenzar a ser un individuo verdaderamente libre.

¿Por qué la gente grita?
Un día, un sabio le preguntó a sus seguidores lo siguiente: ¿Por qué la gente grita cuando está enojada? Los hombres pensaron unos momentos y uno contestó: Porque perdemos la calma, por eso gritamos.
Le dijo entonces el sabio: pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona se encuentra físicamente a tu lado? ¿No es posible acaso hablarle en voz baja? ¿Por qué entonces le gritamos a la gente cuando estamos enojados?
Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía las expectativas del sabio.
Finalmente él les explicó: Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojados están, más fuerte tendrán que gritar, para así poder escucharse bien la una a la otra.
Luego el sabio les preguntó: ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente. ¿A qué se debe esto? A que sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Continuó el sabio preguntando: ¿Y cuando se enamoran más aún, qué sucede pues? Directamente ya no se hablan, solamente se susurran cosas la una a la otra y se vuelven más cercanas a través de su amor.
Y finalmente … Llega un momento en que ya ni siquiera se necesitan susurrar; y únicamente se miran y eso es todo. Así sucede cuando dos personas verdaderamente se aman …
Finalmente el sabio les dijo: cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no se digan palabras fuertes que los distancien más aún; pues puede ser que llegue el día en que la distancia sea tan grande que ya no serán capaces de encontrar el camino de regreso … Sobre esto dijeron nuestras fuentes: “las palabras de los sabios con suavidad son escuchadas”.

El sabio y los comerciantes
Una vez, viajaba un gran barco en el mar en el cual habían muchos tripulantes. El barco partió hacia tierras lejanas, y las personas que habían en él llevaban diversos tipos de mercancías para poder venderlas allí. Uno tenía grandes rollos de telas, otro fina loza hecha de oro y plata, otro alfombras y almohadas y otro valiosas joyas.
Se juntaron los comerciantes y comenzaron a charlar, y cada uno mostró la mercadería que traía, jactándose que la suya era la mejor de todas, y que por ende sería el que más ganancias habría de obtener. Sin embargo, había en el barco una persona que no contó nada acerca de su mercadería, ni participó de aquella charla entre comerciantes. En su mano llevaba únicamente un libro, y lo leía sin prestar ninguna clase de atención a lo que sucedía a su alrededor. Al principio lo dejaron en paz, mas luego que transcurrió largo tiempo del viaje, y las personas se empezaron a aburrir, se dirigieron a él y le preguntaron acerca de la mercadería que él llevaba.
Aquel hombre no era un comerciante sino un sabio Rabino. Pensó un poco en qué es lo que debía de contestarles y entonces les dijo: yo tengo una mercadería mucho mejor que la que tienen ustedes, pero la escondí en un lugar donde nunca la van a poder encontrar.
Inmediatamente le preguntaron: ¿Por qué no nos la muestras como hicimos cada uno de nosotros? Les contesto el sabio: ya llegará el tiempo en que verán la clase de mercadería que yo llevo.
Se dirigieron los comerciantes a buscar la mercadería de aquel sabio por todo el barco, mas no encontraron absolutamente nada. Se burlaron de él los comerciantes y le dijeron: en vano te vanaglorias de tu mercadería. Tu no tienes ninguna mercadería … Escucho el sabio aquellas palabras y simplemente calló.
Sucedió un día, que unos piratas se adueñaron del barco robándose todas las mercancías de aquellos comerciantes, dejándolos vivos únicamente con la ropa que ellos llevaban puesta.
Al llegar el barco finalmente a su destino, aquellos ricos comerciantes no tenían ni siquiera dinero para comprar un trozo de pan. El sabio en cambio, se dirigió al Beit Hakneset del lugar, se busco un asiento y se dispuso a estudiar Torá. Vieron las personas del Beit Hakneset que había llegado un rabino de una tierra lejana y comenzaron a hacerle muchas preguntas. El contestó acertadamente a cada una de las preguntas, y ellos estaban sumamente contentos y regocijados con su presencia. Lo invitaron a sus casas para que coma junto a ellos, le dieron varios regalos y le pidieron que se quede con ellos para así transformarse en el Rabino de aquel lugar. Le prometieron que le darían una casa y que le suplirían todas sus necesidades. Aceptó el Rabino aquella oferta, y con gran júbilo lo acompañaron felices a lo que sería su nueva casa, tal como si se tratase del mismísimo Rey en persona.
Los comerciantes que habían bajado del barco y que aún se encontraban mendigando en las calles de la ciudad, al ver a aquel sabio le dijeron: “¡Ayúdanos por favor! Tu sabes que éramos ricos comerciantes y que los piratas nos robaron todo. Cuéntales a las personas de la ciudad sobre nosotros para que al menos nos den un trozo de pan, pues estamos realmente sumamente muy hambrientos”. Se dirigió a ellos el sabio y les dijo: “¿Ven ustedes como mi mercancía es mejor que la de ustedes? La Torá que estudie es la mejor mercancía que existe en el mundo, y es en mi cabeza donde la escondí. Ningún pirata del mundo me la podría quitar y fue gracias a ella que estoy recibiendo el trato tan honroso que estas personas me están brindando. Mas no se pongan tristes por vuestra situación les dijo el sabio, pues yo pediré a los ciudadanos de este lugar que los ayuden para que también vuestra situación mejoré”. Solicitó el rabino a los integrantes de la comunidad para que los ayuden, y por el respeto que le tenían al nuevo Rabino, inmediatamente así lo hicieron. Les dieron ropa y comida, y también dinero para que puedan regresarse a sus casas.
De esto aprendemos que la Torá es más preciosa que las perlas, y que es la única y verdadera riqueza que acompaña al individuo, la cual jamás nadie se la podrá robar.
El tesoro real
Un buen hombre, que salvo a la hija del Rey de ahogarse en un río, recibió como premio, un permiso especial del Rey para entrar durante 70 minutos en las recamaras donde se halla el tesoro real, teniendo la autorización de tomar cuantas riquezas desee.
Al escuchar los ministros del Rey, lo que el Rey estaba por dejar hacer, lo llamaron a una reunión de emergencia para advertirle de los serios riesgos que su conducta podía implicar para la Corona …
Escuchó el Rey la inquietud de sus ministros, mas decidió que el permiso especial igualmente seguiría en píe.
Sin embargo, autorizó a sus ministros a distraer a aquel hombre de una manera indirecta, para así evitar que pudiese apoderarse de las riquezas …
Al llegar el día fijado, llego el hombre con varias carrozas al Palacio del Rey, y las alineo en la entrada que conducía a las bovedas donde se hallaba el tesoro real.
Ansioso se hallaba el hombre, esperando el momento en que las puertas se abrieran, para asi atravesar las diferentes salas y llegar al cuarto del tesoro real, para así apoderarse de cuanta riqueza pudiera.
Se abrieron de pronto las puertas, y el hombre corrió en dirección a las bovedas.
A los pocos segundos sin embargo, se detuvo atónito ante lo que sus ojos veían, y sus oídos escuchaban.
Estaba pasando por una enorme sala estaba majestuosamente iluminada, en la cual había una monumental orquesta que ejecutaba agradables melodías.
Mientras aquello sucedía, decenas de personas gritaban: “¡viva el salvador de la hija del Rey!, ¡viva el salvador de la hija del Rey!”.
Disfrutó unos cuantos minutos de aquellas bellas melodias, así como de las “hurras” que se decían en su honor.
De pronto, miró asustado a su reloj, y se dio cuenta que sólo le quedaba media hora para tomar las riquezas que se hallaban en el tesoro del Rey…
Corrió sin detenerse hacia las bovedas, mas al llegar a la próxima sala, su olfato se sintió atraído por el aroma de los deliciosos manjares que allí se estaban sirviendo.
Todo tipo de exquisiteses con bellisimas formas habían sido preparados en su honor.
Comenzó a comer y a“devorar” aquellos platillos … Cuando de pronto miró aterrorizado su reloj, y observó que tan sólo le quedaban escasos cinco minutos …
Corrió como un desesperado hacia la boveda real, mas al llegar a la puerta, una mano colocada sobre su hombro lo invitó gentilmente a retirarse, pues sus setenta minutos ya se habían pasado.

Al salir del palacio, no podia creer lo que le sucedió. Comenzó a arrancarse los pelos de su cabeza y a revolcarse por la tierra como si se hubiera enloquecido: “¡que tonto que he sido!” ¿, “¡que tonto que he sido!” se repetía una y otra vez sin hallar consuelo. “Si hubiera tomado aunque sea una joya significativa de aquel importante tesoro, con ello me podría haber alimentado de deliciosos manjares durante toda mi vida … ¿Qué he hecho?
Moraleja: El Creador del mundo nos dió setenta años para estar en Este mundo y poder adquirir Mitzvot y buenas acciones que se encuentran guardadas en Su Tesoro Real. Todo tipo de “distracciones” nos hacen olvidar de nuestro proposito existencial …
Y cuando queremos acordarnos … una mano es colocada sobre nuestro hombro, la cual gentilmente nos invita a abandonar Este Mundo … sin haber logrado adquirir las preciosas mitzvót y buenas acciones, que de no habernos distraido, hubieramos podido conseguir …

Atravesando un bosque
Habían una vez dos amigos, que debían de atravesar un bosque muy peligroso y lleno de criminales, lo cual era imprescindible para alcanzar finalmente su destino.
Decidieron entonces, que la mejor manera de atravesar el bosque era haciéndolo con prudencia y de la forma más rápida posible. Asimismo decidieron, que cada uno iría por un camino diferente, y que se encontrarían al final del trayecto.
Salieron pues al camino. El primero de ellos cruzó el bosque rápidamente como lo habían planeado, mientras el segundo de ellos se detuvo a tomar licor junto a unos borrachos que había encontrado.
Cuando al día siguiente se despertó decidido a continuar su camino, un grupo de criminales lo atacaron en medio del bosque, robándole todas sus pertenencias y golpeándole hasta dejarlo todo ensangrentado.
Cuando finalmente llegó a su destino y se encontró con su amigo, este le preguntó por lo sucedido.
Inconsciente aún de la terrible apariencia que tenía, le dijo que no le había pasado nada y que gracias a D-s, finalmente logro llegar.
Su amigo le dijo sin embargo: ¿no te das cuenta que estas todo sucio y golpeado, y que además te robaron todas tus pertenencias?
Recién cuando escucho esto, su amigo tomó conciencia de la tragedia que le había sucedido a causa de la forma negligente como actuó.
Explicaron nuestros sabios, que el mundo es cual un bosque peligroso que cada uno debe de intentar atravesar.
Hay quienes son inteligentes y planifican una estrategia y la llevan a cabo al pie de la letra, y hay quienes se dejan distraer por todo tipo de cosas que los desvían de su verdadero propósito, perdiendo aquello que con tanto esfuerzo han logrado.
La Torá nos guía y orienta para que atravesemos el bosque de la vida con prudencia y rectitud, contribuyendo a que logremos una experiencia vital significativa y feliz, para llegar “sanos y salvos” a nuestro destino final en el Mundo Venidero.
En la medida en que estudiemos y profundicemos en sus enseñanzas, estaremos mejor preparados para discernir ante las cosas que se presentan en nuestra vida, eligiendo “el camino de la vida” y desechando el otro.
¡Quiera Hashem que tengamos la grandeza de incorporar las sabias enseñanzas de Su sagrada Torá, a nuestra forma cotidiana de vivir!
El picapedrero
Había una vez, un señor que trabajaba de picapedrero, “de sol a sol” en la ladera de la montaña. Un día, cuando el sol calentaba al mediodía, estaba tan cansado que decidió tomar un descanso a la sombra de un árbol. Al quedarse dormido, inmediatamente comenzó a soñar. En su sueño vio que por la cima de la montaña estaba pasando la carreta del rey; y en ella estaba sentado el rey, vestido con sus más bonitos atuendos, con jinetes montados de a caballo que viajaban delante y detrás de él. El picapedrero se dijo para sus adentros: “¡Qué bueno sería si yo pudiese transformarme en rey!”. Y de pronto, como por arte de magia, su sueño se hizo realidad y se había transformado en un rey. Se miró a si mismo, y para su gran sorpresa, se dio cuenta que estaba en la carreta del rey, y vestido con las ropas del rey. Se dijo entonces a si mismo: “¡Qué bueno que es ser rey. De seguro, no hay cosa mas grandiosa en este mundo que poder llegar a ser rey!”. Sin embargo, al cabo de unos minutos, el calor del sol comenzó a calentar el interior de la carroza, haciendo que el nuevo rey se sienta sumamente incomodo y acalorado. Se dijo entonces el rey a si mismo: “Yo pensé que ser rey era lo mejor que hay en este mundo, pero me doy cuenta que ser sol es más que ser rey, pues si el sol es capaz de molestar inclusive al propio rey, seguramente que no hay cosa mejor en el mundo que poder llegar a ser sol”. Y sueña el rey que se convierte en sol y se convierte en sol. Y entonces, disfrutando de su nueva condición de sol, se dedico a iluminar y calentar el mundo. Hasta que un buen día … se colocó una gran nube delante del sol e impidió que éste iluminara. Una y otra vez intentó el sol iluminar, mas la nube se ponía en su camino y se lo impedía. Se dijo el sol a si mismo: “Yo pensé que ser sol era lo más grandioso que había en este mundo, pero me doy cuenta que ser nube es mucho más que ser sol, pues si la nube es capaz de molestar al propio sol, eso es señal que es más poderosa aún que él”. Y entonces soñó el sol que se convirtió en nube, y efectivamente se convirtió en nube. Durante varios días se dedico a molestar e importunar al sol … Hasta que un buen día, llegó un fuerte viento y corrió violentamente a la nube de su lugar. La nube intentó importunar nuevamente al sol, mas otra vez el viento vino y se lo impidió. Se dijo entonces la nube a si misma: “Yo pensé que ser nube era lo más grandioso del mundo, pero me doy cuenta que ser viento es mucho más que ser nube, pues el viento es capaz de molestar inclusive a la nube, señal que es más poderoso aún que ella”. Y soñó la nube que se convirtió en viento, y de pronto se convirtió en viento.
Y disfrutando de su nueva condición de viento, se dedico a molestar a las nubes e impedir que estás tapen al sol, además de soplar fuertemente en determinados lugares del planeta y causar grandes daños y destrozos.
Un buen día, una enorme montaña se topo ante el viento. El viento se dijo a si mismo: “Ahora voy a destruir para siempre a esa altanera y orgullosa montaña”. Juntó todas sus fuerzas y se dirigió a embestir violentamente a aquella montaña. Sin embargo, a pesar de que algunas piedras se corrieron de su lugar, y muchos árboles se quebraron y cayeron, la montaña continuó siendo una montaña. Juntó toda su fuerza otra vez, mas no logro hacer desaparecer a aquella enorme montaña.
Se dijo entonces a si mismo: “Yo pensé que ser viento era la cosa más grandiosa del mundo, pero me estoy dando cuenta, que en realidad ser montaña es mucho más que ser viento, pues la montaña puede hacer frente inclusive a un terrible viento”.
Soñó el viento que se convirtió en montaña y se convirtió en montaña. Y durante varios días se dedicó a disfrutar de nueva condición de montaña y de su imponente tamaño y majestuosidad. Sin embargo, a los pocos días de haberse transformado en montaña, llegó una carreta llena de picapedreros, los cuales comenzaron a picar grandes piedras de aquella montaña. Al principio la montaña no les prestó atención, pues simplemente lo sintió cual si le dieran leves pinchazos. Sin embargo, al ver que los picapedreros estaban sacando grandes piedras de la montaña, la montaña reflexionando se dijo a si misma: “Yo pensé que ser montaña es la cosa más grande del mundo. Sin embargo, me doy cuenta que no hay mejor cosa en el mundo que poder ser un picapedrero, pues ellos son capaces inclusive de poder acabar con una gran montaña”.
Y así, transformado otra vez en picapedrero, nuestro picapedrero inicial, se despertó de su sueño …

Muchos son los mensajes que se pueden aprender de este cuento. Uno de ellos, y quizás el principal, es que Hashem pone cerca nuestro todo aquello que necesitamos para poder ser felices, y solo por pensar que ello no es así, nos impedimos de poder disfrutarlo.
Las enseñanzas y la práctica de nuestro judaísmo, tienen el poder de brindarnos una sana visión de la forma cómo vivir nuestra vida. No permitamos que “nubes y montañas” impidan que lo veamos …

La paloma blanca
Había una vez una paloma blanca muy hermosa, la cual se veía diferente de todo el resto de las palomas, las cuales en su mayoría eran de tonos marrones y grises.
Ella sabía que era diferente de todas las demás palomas, y ello le generaba una sensación de incomodidad y de confusión.
Un buen día, se presentó la paloma ante el Creador del mundo y preguntó: ¿por qué fui creada distinta al resto de las palomas? Me siento diferente y rara a causa de ello.
El Creador del mundo, la miró con dulzura, y con gran ternura le dijo: “¿Acaso no ves que eres blanca y pura, y que tus alas relucen cual si fueran dos diamantes? ¿Estarías dispuesta a dejar tu brillo y tu belleza simplemente para sentir que eres igual que todas las demás? ¿Acaso un cambio de tu color de alas realmente te beneficiará?
¡Debes comprender: tu belleza radica justamente en que eres distinta. Tú eres única y especial, y nada en el mundo puede compararse con tu inusual belleza. Debes sentirte feliz y orgullosa por haber sido elegida para ser una paloma blanca, pura y diferente.
Nuestras fuentes comparan al pueblo judío con una paloma, siendo el brillo de nuestro judaísmo el que nos distingue y nos hace diferentes y singulares.
Puede ser que a veces nos sintamos un poco incómodos …, pero el ser distintos es lo que nos otorga nuestra belleza y singularidad …
Actos de bondad
Cuando Rabí Pinjas de Uzida – autor del libro Midrash Shmuel sobre el Tratado de Avot – era aún una persona joven, entró en pleno día de semana vestido con sus ropas sabáticas para visitar al Arí Hakadosh. Al verlo el Arí Hakadosh, se levantó en su honor para recibirlo.
Al salir Rabí Pinjas de Uzida, su alumno Rabí Jaim Vital, le preguntó por qué le había dado tanto honor a aquel joven, parándose para recibirlo. A esto el Arí Hakadosh le contestó: me he levantado en honor a Rabí Pinjas ben Yair (sabio de la época de la Mishná), cuya alma se encontraba en ese momento acompañando a dicho joven.
Al escuchar esto, salió Rabí Jaim Vital en búsqueda de aquel joven. Al encontrarlo, se dirigió inmediatamente a él y le preguntó: ¿Qué mitzvá grande has hecho el día de hoy? Rabí Shmuel le contestó diciéndole: “De camino al Beit Hakneset, escuche ruidos de llantos que salían de una de las casas que se encontraban en mi camino. Fui a averiguar la causa de dichos llantos, y me contaron que en la noche anterior entró un ladrón a la casa, y se robó todas las ropas de los habitantes de aquel hogar, no teniendo siquiera ropa para poder salir a la calle.
Me dirigí diligentemente a mi casa, y me puse de inmediato mis ropas sabáticas, entregándoles a ellos las ropas que uso durante los días de la semana, logrando que puedan salir normalmente de su casa, sin llamar la atención de los transeúntes”. Cuando le contó Rabí Jaim Vital la acción que aquel joven había hecho a su Rabino el Arí Hakadosh, éste le dijo: “debido a que cumplió con la bonita mitzvá de ayudar a las personas necesitadas, en el interior de su alma brillo el alma de Rabí Pinjas ben Yair, quien toda su vida se dedico a hacer actos de generosidad para con sus semejantes …”.
El socio
Había una vez un señor llamado Moishele, el cual tenia una posada en la cual vendía bebidas y alimentos para los viajeros.
Además de atender con mucha calidez a sus clientes, cada vez que alguien tenia algún problema venía y se lo contaba a Moishele.
Alguien que se casó y no podía tener hijos (que a nadie le pase), venía y le contaba a Moishele su pena. Moishele lo calmaba y le decía: “no te preocupes, vas a tener hijos”. Alguien que no tenía trabajo venía y le contaba a Moishele su pena y Moishele le decía: “no te preocupes, vas a encontrar trabajo”. Increíblemente, cada bendición que Moishele daba, al poco tiempo esta se cumplía.
Una vez, un gran sabio escuchó acerca de las “bendiciones” que repartía Moishele, y decidió ir a verlo para averiguar cual era el mérito que le permitía lograrlo.
Moishele no quería contarle, pero finalmente insistió tanto que accedió a su pedido y le dijo así.
Resulta que una vez, en mi familia eramos realmente muy pobres, tan pobres que ni siquiera había dinero para poder comer.
Mi sagrada esposa se dirigió a mí y me dijo: Moishele, tienes que buscarte un socio, de lo contrario nos vamos a morir literalmente de hambre. Si no puedes hacer buenos negocios tu solo, quizás con un buen socio si lo logres.
A Moishele le pareció muy inteligente la recomendación de su esposa, y emprendió sus pasos hacia la calle decidido a buscarse un nuevo socio.
Mientras pensaba en un socio se dijo Moishele para sí mismo: ¿Que clase de socio me voy a buscar? ¿Uno que hoy esta en este mundo y mañana quizás ya no esté? ¿Uno que hoy es fiel y mañana a lo mejor me traiciona? Yo necesito un socio de verdad, un socio que nunca me falle …
Elevo entonces sus ojos hacia el cielo y le dijo a Hashem: “A partir de ahora Tu vas a ser mi socio. De lo que yo gane, la mitad será para mi y mi familia y la otra mitad para vos. La mitad la voy a dar para tzdaka y otras mitzvot, y la otra mitad la utilizaré para mis gastos. A partir de ese momento empecé a vender bebidas y alimentos en el patio de mi casa, y con lo que ganaba hacia exactamente lo que había acordado con el Creador: la mitad lo colocaba en una alcancía detrás del mostrador y la otra mitad era para mi y mi familia.
Cuando la gente llega conmigo y me cuenta sus problemas pidiéndome bendiciones, yo con gusto se las doy, pues las bendiciones que doy … son en realidad las bendiciones de mi socio…

Debemos recordar que siempre tenemos un socio “en el cielo” que esta junto a nosotros. En la medida en que asociemos al Creador a nuestras vidas, Sus bendiciones fluirán hacia nosotros, transformándonos en fuente de bendición para las personas que nos rodean.

Aprendí del Arca de Noé
Todo lo que yo necesito saber lo aprendí del Arca de Noé

Uno: No pierdas el barco …
Dos: Recuerda que todos estamos en el mismo barco.
Tres: Planea por adelantado. Cuando Noé empezó a construir el Arca, no estaba lloviendo.
Cuatro: Manténte en buena salud. No sea que cuando tengas 600 años, y alguien venga a pedirte que hagas algo verdaderamente grande.
Cinco: No escuches a los críticos; simplemente sigue con el trabajo que necesita ser hecho.
Seis: Construye tu futuro en tierra alta.
Siete: Por razones de seguridad, siempre viaja en pareja.
Ocho: La velocidad no siempre es una ventaja. Los caracoles estaban a bordo junto con las chitas.
Nueve: Cuando estés estresado, ponte a flotar un rato.
Diez: Recuerda, el Arca fue construida por aficionados guiados por la mano de D-s; el Titanic fue construido por profesionales ….
Once: No importa la tormenta, cuando estás con D-s, siempre habrá un Arco Iris esperándote …

Cuentos de Jaguim

Buenas acciones
Un día, se despertó Ionatán temprano por la mañana, y recordó el cuento que le había contado su mamá el día anterior antes de irse a dormir. Ese cuento era sobre el patriarca Abraham, quién todo el tiempo buscaba como hacer obras de bien … y quién inclusive, a pesar de estar viviendo en el caluroso desierto, salía diariamente de su tienda para buscar invitados.
Su mamá le había contado que los tres invitados que habían venido, no eran hombres sino ángeles, los cuales habían llegado para avisarle a Sará sobre el nacimiento de su hijo Yitzjak. El cuento llenó de emoción el corazón de Ionatán, y este se dijo a si mismo “ ¡Qué gran Tzadik que era Abraham, yo también quiero ser como él”.
Se levantó rápidamente, se lavo las manos y se vistió, y salió de su cuarto decidido a buscar buenas acciones para poder hacer. Se dijo para si mismo: “¿Quién sabe? Quizás Hashem me envíe un ángel también a mi, o algún milagro por el estilo, para que así yo también pueda hacer una buena acción. Recitó las bendiciones matutinas y el “Shma Israel” con suma intención, y apurado se dirigió a la cocina para desayunar y así tener más fuerzas para poder hacer buenas acciones. Mientras su mamá preparaba el desayuno le dijo: “Querido Ionatán, ¿viste los juguetes que quedaron desde ayer desparramados por el piso en el cuarto de los niños? Yo tengo mucho trabajo hoy y no voy a tener tiempo para poder ordenarlos. ¿Podrías juntarlos por favor y guardarlos en el armario?”
Con una sonrisa llena de orgullo, Ionatán le contestó a su madre: “Mamá, hoy no puedo porque estoy muy ocupado, y pienso salir en búsqueda de buenas acciones tal como me ensañaste ayer acerca de nuestro patriarca Abraham. Cuando regrese a casa juntaré los juguetes”.
Salió Ionatán corriendo de su casa y se dirigió a la casa de su abuelo. Su abuelo era un gran Rabino y sabio de la Torá. Ionatán pensó que seguramente él le podría recomendar acerca de buenas acciones que podría lograr hacer. Quizás buscar dinero para alguna familia pobre necesitada, o ayuda para hacer posible la construcción de un Beit Kneset …
Entró Ionatán a la casa de su abuelo, y para su gran sorpresa no lo vio estudiando Torá como generalmente sucedía, sino arreglando la puerta de un armario que se había salido de su lugar.
Le contó Ionatán sobre sus planes de hacer buenas acciones, más su abuelo solo esbozó una sonrisa. Se dirigió el abuelo a Ionatán y le dijo: “Quizás podrías sostenerme la caja con los clavos mientras yo trato de fijar la puerta …”.
“Clavos”, se dijo Ionatán para sí con gran decepción. “Mi abuelo está tan ocupado con la puerta que quiere arreglar, que no entiende que yo estoy buscando realizar buenas acciones. No lo voy a molestar, mejor voy a consultar a mi abuela, quizás ella me pueda recomendarme buenas acciones para hacer”. “¡Ionatán!” exclam su abuela demostrando la gran alegría que tenía de verlo: “¡Qué linda sorpresa! Ven querido nieto, ayúdame por favor a sacar la ropa que está colgada, pues me temo que prontamente va a comenzar a llover y no quiero que se moje”.
Miro Ionatán a su abuela y le dijo: “Lo siento abuela. Estoy muy apurado, tengo algo muy importante que hacer”.
Salió Ionatán de la casa de su abuela y se dijo a si mismo: Ya se, tengo que hacer una lista con buenas acciones que puedo hacer. De esta manera, todo estará ordenado en mi mente y sabré con qué comenzar. Sacó un papel del escritorio de su papá y se sentó a escribir: “Buenas acciones que se pueden hacer: Recibir invitados, visitar enfermos, dar dinero a los necesitados, etc …”. Sin embargo, antes de terminar su lista, su pequeña hermana se dirigió a él y le pidió con voz llorosa que la ayude a arreglar la muñeca a la cual se le había salido su pierna. “¡Muñecas!” dijo enojado Ionatán: ‘¿Yo estoy haciendo una lista de buenas acciones y tu mes molestas con ‘muñecas’? Así no se puede trabajar”.
Y así continuó Ionatán pensando durante largo tiempo acerca de buenas acciones que se podían hacer. Finalmente se dijo a si mismo: “¿Cómo puede ser? ¿Un niño judío quiere hacer buenas acciones, y Hashem no le envía ni una sola oportunidad para hacerlas?”. Pensó durante largos minutos, hasta que de pronto se lleno de vergüenza y dijo como recriminándose a si mismo: “¿Qué hubiera hecho Abraham nuestro patriarca si le hubieran pedido que ordenase su cuarto, o que ayudase a arreglar una puerta rota, o que bajase la ropa que estaba colgada, o que arreglase la pierna de una muñeca? Abraham nuestro patriarca hubiera entendido que justamente esas son las buenas acciones que Hashem le envió para realizar. “Y yo, Ionatán, de tanto pensar y pensar en hacer buenas acciones, desperdicié todo mi día sin hacer ninguna”.
Al escuchar su mamá los pensamientos que dijo en voz alta Ionatán, se dirigió a él y le dijo: “No te sientas mal mi querido hijo, pues hoy has aprendido una gran lección: que son justamente las pequeñas situaciones que se presentan en cada día, las oportunidades que Hashem nos envía para que podamos ayudar a nuestros semejantes y así transformarnos en mejores personas.
El león y los tres toros
Había una vez, un león muy hambriento, que acercándose a un valle vio a tres grandes toros pastando muy placidamente. Un toro era rojo, el otro negro y el otro blanco.
El león estaba realmente muy hambriento, pero era imposible que luchase contra tres poderosos toros a la vez y lograra vencerlos. Se le ocurrió entonces una idea. Se acerco a los toros rojo y negro y les dijo: “Miren cuan pálido y desagradable se ve el toro blanco. Déjenme que vuelva mañana por la mañana y yo me lo devoraré, y así ustedes y yo podremos compartir juntos la vida en este hermoso valle”. Los dos toros aceptaron considerar la propuesta y contestarle al día siguiente. Al llegar el león al valle, los toros le dijeron que efectivamente también a ellos les parecía que el toro blanco se veía muy pálido y desagradable, y que aceptaban gustosos que se encargara de devorarlo.
El león se puso manos a la obra, y en pocas horas había acabado con el toro blanco.
A la semana siguiente, el león estaba nuevamente con muchísima hambre. Se acerco al valle y al ver a los dos toros pastando, también le pareció que seria una empresa muy difícil poder luchar contra ambos toros. Se acerco entonces al toro de color rojo y así le dijo: mira al toro negro que sucio y feo que se ve. Déjame venir mañana y devorarlo, y tú y yo compartiremos juntos la vida en este verde y agradable valle. El toro rojo aceptó gustoso considerar la propuesta, y al día siguiente le dijo al león, que también a él le disgustaba mucho el aspecto sucio y desagradable del toro negro, aceptando con gusto que también a él se lo comiera. El león nuevamente se puso manos a la obra y en pocas horas se lo había devorado casi completamente al toro negro.
Placidamente, se retiro de aquel valle para descansar en su guarida. A la tercer semana, cuando nuevamente se hallaba con hambre, se acerco al toro rojo y le dijo: “prepárate, pues en unos minutos voy a empezar a devorarte. El toro rojo lo miró y le dijo: “¡¿Pero cómo?!, ¿no éramos amigos que íbamos a vivir juntos compartiendo la vida en el valle?”. El león lo miro y le dijo: “amigos … amigos”, pero cuando yo tengo hambre ya no tengo más “amigos”, e inmediatamente comenzó a devorarse al último de aquellos tres toros …
¿Cuál es el mensaje para el pueblo de Israel? En el pueblo judío existen diferentes tipos de personas y de grupos. Cuando nos mantenemos unidos y no hablamos mal los unos de los otros, ningún enemigo del mundo puede luchar exitosamente contra nosotros. Sin embargo, cuando hablamos mal sobre los demás, o estamos dispuestos a “sacrificarlos” en harás de nuestros objetivos, ello despierta el insano apetito de nuestros enemigos, los cuales aprovecharán esa “debilidad” –Hashem no lo permita– para así intentar devorarnos …
Quiera Hashem que sepamos convivir unos con otros, aceptando las inclinaciones personales de cada quién, en armonía con Hashem, la Torá y la santidad del pueblo de Israel.
Ama a tu prójimo como a ti mismo
En cierta oportunidad, un Rabino decidió guardar el dinero que llevaba consigo dentro de uno de los libros de Torá que estaba estudiando. Colocó su dinero en el lugar en el cual aparece la mitzvá de “no robarás”. Al cabo de unos días fue a buscar su dinero a dicho libro, mas se percató que el dinero ya no se encontraba en el lugar donde lo había dejado. Lo buscó con mayor detenimiento y encontró un billete del doble de valor que el billete original. El billete estaba colocado en la página que decía: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” …
Esclavo de un esclavo
En Atenas, capital de Grecia, vivía hace muchos años una persona muy rica que poseía muchos esclavos. Este rico señor era, por naturaleza, un individuo sumamente enojadizo, y a quién no le hacía caso, simplemente le profería una buena porción de insultos y de golpes. Una vez, en el momento en que le pegaba a uno de sus esclavos como era su costumbre, pasó por allí un famoso sabio. Se detuvo aquel sabio y le dijo: “no es adecuado que un esclavo le pegue a otro esclavo”.
Inmediatamente paró el rico señor de pegarle a su esclavo. Se irguió orgullosamente y le preguntó al sabio: ¿Por qué usted dice eso? ¿Acaso yo no soy el dueño de mi esclavo?
Le contestó entonces el sabio: la diferencia entre tú y el esclavo es que él no puede librarse del enojo de tu mano, pues él te pertenece. Pero tú, en cambio, eres esclavo del enojo que te domina, hasta tal punto que eres incapaz de liberarte de él.
Las palabras del sabio hicieron reflexionar al hombre rico, quién a partir de ese momento se esforzó por dejar la “esclavitud de su enojo” para así comenzar a ser un individuo verdaderamente libre.

¿Por qué la gente grita?
Un día, un sabio le preguntó a sus seguidores lo siguiente: ¿Por qué la gente grita cuando está enojada? Los hombres pensaron unos momentos y uno contestó: Porque perdemos la calma, por eso gritamos.
Le dijo entonces el sabio: pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona se encuentra físicamente a tu lado? ¿No es posible acaso hablarle en voz baja? ¿Por qué entonces le gritamos a la gente cuando estamos enojados?
Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía las expectativas del sabio.
Finalmente él les explicó: Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojados están, más fuerte tendrán que gritar, para así poder escucharse bien la una a la otra.
Luego el sabio les preguntó: ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente. ¿A qué se debe esto? A que sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Continuó el sabio preguntando: ¿Y cuando se enamoran más aún, qué sucede pues? Directamente ya no se hablan, solamente se susurran cosas la una a la otra y se vuelven más cercanas a través de su amor.
Y finalmente … Llega un momento en que ya ni siquiera se necesitan susurrar; y únicamente se miran y eso es todo. Así sucede cuando dos personas verdaderamente se aman …
Finalmente el sabio les dijo: cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no se digan palabras fuertes que los distancien más aún; pues puede ser que llegue el día en que la distancia sea tan grande que ya no serán capaces de encontrar el camino de regreso … Sobre esto dijeron nuestras fuentes: “las palabras de los sabios con suavidad son escuchadas”.

El sabio y los comerciantes
Una vez, viajaba un gran barco en el mar en el cual habían muchos tripulantes. El barco partió hacia tierras lejanas, y las personas que habían en él llevaban diversos tipos de mercancías para poder venderlas allí. Uno tenía grandes rollos de telas, otro fina loza hecha de oro y plata, otro alfombras y almohadas y otro valiosas joyas.
Se juntaron los comerciantes y comenzaron a charlar, y cada uno mostró la mercadería que traía, jactándose que la suya era la mejor de todas, y que por ende sería el que más ganancias habría de obtener. Sin embargo, había en el barco una persona que no contó nada acerca de su mercadería, ni participó de aquella charla entre comerciantes. En su mano llevaba únicamente un libro, y lo leía sin prestar ninguna clase de atención a lo que sucedía a su alrededor. Al principio lo dejaron en paz, mas luego que transcurrió largo tiempo del viaje, y las personas se empezaron a aburrir, se dirigieron a él y le preguntaron acerca de la mercadería que él llevaba.
Aquel hombre no era un comerciante sino un sabio Rabino. Pensó un poco en qué es lo que debía de contestarles y entonces les dijo: yo tengo una mercadería mucho mejor que la que tienen ustedes, pero la escondí en un lugar donde nunca la van a poder encontrar.
Inmediatamente le preguntaron: ¿Por qué no nos la muestras como hicimos cada uno de nosotros? Les contesto el sabio: ya llegará el tiempo en que verán la clase de mercadería que yo llevo.
Se dirigieron los comerciantes a buscar la mercadería de aquel sabio por todo el barco, mas no encontraron absolutamente nada. Se burlaron de él los comerciantes y le dijeron: en vano te vanaglorias de tu mercadería. Tu no tienes ninguna mercadería … Escucho el sabio aquellas palabras y simplemente calló.
Sucedió un día, que unos piratas se adueñaron del barco robándose todas las mercancías de aquellos comerciantes, dejándolos vivos únicamente con la ropa que ellos llevaban puesta.
Al llegar el barco finalmente a su destino, aquellos ricos comerciantes no tenían ni siquiera dinero para comprar un trozo de pan. El sabio en cambio, se dirigió al Beit Hakneset del lugar, se busco un asiento y se dispuso a estudiar Torá. Vieron las personas del Beit Hakneset que había llegado un rabino de una tierra lejana y comenzaron a hacerle muchas preguntas. El contestó acertadamente a cada una de las preguntas, y ellos estaban sumamente contentos y regocijados con su presencia. Lo invitaron a sus casas para que coma junto a ellos, le dieron varios regalos y le pidieron que se quede con ellos para así transformarse en el Rabino de aquel lugar. Le prometieron que le darían una casa y que le suplirían todas sus necesidades. Aceptó el Rabino aquella oferta, y con gran júbilo lo acompañaron felices a lo que sería su nueva casa, tal como si se tratase del mismísimo Rey en persona.
Los comerciantes que habían bajado del barco y que aún se encontraban mendigando en las calles de la ciudad, al ver a aquel sabio le dijeron: “¡Ayúdanos por favor! Tu sabes que éramos ricos comerciantes y que los piratas nos robaron todo. Cuéntales a las personas de la ciudad sobre nosotros para que al menos nos den un trozo de pan, pues estamos realmente sumamente muy hambrientos”. Se dirigió a ellos el sabio y les dijo: “¿Ven ustedes como mi mercancía es mejor que la de ustedes? La Torá que estudie es la mejor mercancía que existe en el mundo, y es en mi cabeza donde la escondí. Ningún pirata del mundo me la podría quitar y fue gracias a ella que estoy recibiendo el trato tan honroso que estas personas me están brindando. Mas no se pongan tristes por vuestra situación les dijo el sabio, pues yo pediré a los ciudadanos de este lugar que los ayuden para que también vuestra situación mejoré”. Solicitó el rabino a los integrantes de la comunidad para que los ayuden, y por el respeto que le tenían al nuevo Rabino, inmediatamente así lo hicieron. Les dieron ropa y comida, y también dinero para que puedan regresarse a sus casas.
De esto aprendemos que la Torá es más preciosa que las perlas, y que es la única y verdadera riqueza que acompaña al individuo, la cual jamás nadie se la podrá robar.
El tesoro real
Un buen hombre, que salvo a la hija del Rey de ahogarse en un río, recibió como premio, un permiso especial del Rey para entrar durante 70 minutos en las recamaras donde se halla el tesoro real, teniendo la autorización de tomar cuantas riquezas desee.
Al escuchar los ministros del Rey, lo que el Rey estaba por dejar hacer, lo llamaron a una reunión de emergencia para advertirle de los serios riesgos que su conducta podía implicar para la Corona …
Escuchó el Rey la inquietud de sus ministros, mas decidió que el permiso especial igualmente seguiría en píe.
Sin embargo, autorizó a sus ministros a distraer a aquel hombre de una manera indirecta, para así evitar que pudiese apoderarse de las riquezas …
Al llegar el día fijado, llego el hombre con varias carrozas al Palacio del Rey, y las alineo en la entrada que conducía a las bovedas donde se hallaba el tesoro real.
Ansioso se hallaba el hombre, esperando el momento en que las puertas se abrieran, para asi atravesar las diferentes salas y llegar al cuarto del tesoro real, para así apoderarse de cuanta riqueza pudiera.
Se abrieron de pronto las puertas, y el hombre corrió en dirección a las bovedas.
A los pocos segundos sin embargo, se detuvo atónito ante lo que sus ojos veían, y sus oídos escuchaban.
Estaba pasando por una enorme sala estaba majestuosamente iluminada, en la cual había una monumental orquesta que ejecutaba agradables melodías.
Mientras aquello sucedía, decenas de personas gritaban: “¡viva el salvador de la hija del Rey!, ¡viva el salvador de la hija del Rey!”.
Disfrutó unos cuantos minutos de aquellas bellas melodias, así como de las “hurras” que se decían en su honor.
De pronto, miró asustado a su reloj, y se dio cuenta que sólo le quedaba media hora para tomar las riquezas que se hallaban en el tesoro del Rey…
Corrió sin detenerse hacia las bovedas, mas al llegar a la próxima sala, su olfato se sintió atraído por el aroma de los deliciosos manjares que allí se estaban sirviendo.
Todo tipo de exquisiteses con bellisimas formas habían sido preparados en su honor.
Comenzó a comer y a“devorar” aquellos platillos … Cuando de pronto miró aterrorizado su reloj, y observó que tan sólo le quedaban escasos cinco minutos …
Corrió como un desesperado hacia la boveda real, mas al llegar a la puerta, una mano colocada sobre su hombro lo invitó gentilmente a retirarse, pues sus setenta minutos ya se habían pasado.

Al salir del palacio, no podia creer lo que le sucedió. Comenzó a arrancarse los pelos de su cabeza y a revolcarse por la tierra como si se hubiera enloquecido: “¡que tonto que he sido!” ¿, “¡que tonto que he sido!” se repetía una y otra vez sin hallar consuelo. “Si hubiera tomado aunque sea una joya significativa de aquel importante tesoro, con ello me podría haber alimentado de deliciosos manjares durante toda mi vida … ¿Qué he hecho?
Moraleja: El Creador del mundo nos dió setenta años para estar en Este mundo y poder adquirir Mitzvot y buenas acciones que se encuentran guardadas en Su Tesoro Real. Todo tipo de “distracciones” nos hacen olvidar de nuestro proposito existencial …
Y cuando queremos acordarnos … una mano es colocada sobre nuestro hombro, la cual gentilmente nos invita a abandonar Este Mundo … sin haber logrado adquirir las preciosas mitzvót y buenas acciones, que de no habernos distraido, hubieramos podido conseguir …

Atravesando un bosque
Habían una vez dos amigos, que debían de atravesar un bosque muy peligroso y lleno de criminales, lo cual era imprescindible para alcanzar finalmente su destino.
Decidieron entonces, que la mejor manera de atravesar el bosque era haciéndolo con prudencia y de la forma más rápida posible. Asimismo decidieron, que cada uno iría por un camino diferente, y que se encontrarían al final del trayecto.
Salieron pues al camino. El primero de ellos cruzó el bosque rápidamente como lo habían planeado, mientras el segundo de ellos se detuvo a tomar licor junto a unos borrachos que había encontrado.
Cuando al día siguiente se despertó decidido a continuar su camino, un grupo de criminales lo atacaron en medio del bosque, robándole todas sus pertenencias y golpeándole hasta dejarlo todo ensangrentado.
Cuando finalmente llegó a su destino y se encontró con su amigo, este le preguntó por lo sucedido.
Inconsciente aún de la terrible apariencia que tenía, le dijo que no le había pasado nada y que gracias a D-s, finalmente logro llegar.
Su amigo le dijo sin embargo: ¿no te das cuenta que estas todo sucio y golpeado, y que además te robaron todas tus pertenencias?
Recién cuando escucho esto, su amigo tomó conciencia de la tragedia que le había sucedido a causa de la forma negligente como actuó.
Explicaron nuestros sabios, que el mundo es cual un bosque peligroso que cada uno debe de intentar atravesar.
Hay quienes son inteligentes y planifican una estrategia y la llevan a cabo al pie de la letra, y hay quienes se dejan distraer por todo tipo de cosas que los desvían de su verdadero propósito, perdiendo aquello que con tanto esfuerzo han logrado.
La Torá nos guía y orienta para que atravesemos el bosque de la vida con prudencia y rectitud, contribuyendo a que logremos una experiencia vital significativa y feliz, para llegar “sanos y salvos” a nuestro destino final en el Mundo Venidero.
En la medida en que estudiemos y profundicemos en sus enseñanzas, estaremos mejor preparados para discernir ante las cosas que se presentan en nuestra vida, eligiendo “el camino de la vida” y desechando el otro.
¡Quiera Hashem que tengamos la grandeza de incorporar las sabias enseñanzas de Su sagrada Torá, a nuestra forma cotidiana de vivir!
El picapedrero
Había una vez, un señor que trabajaba de picapedrero, “de sol a sol” en la ladera de la montaña. Un día, cuando el sol calentaba al mediodía, estaba tan cansado que decidió tomar un descanso a la sombra de un árbol. Al quedarse dormido, inmediatamente comenzó a soñar. En su sueño vio que por la cima de la montaña estaba pasando la carreta del rey; y en ella estaba sentado el rey, vestido con sus más bonitos atuendos, con jinetes montados de a caballo que viajaban delante y detrás de él. El picapedrero se dijo para sus adentros: “¡Qué bueno sería si yo pudiese transformarme en rey!”. Y de pronto, como por arte de magia, su sueño se hizo realidad y se había transformado en un rey. Se miró a si mismo, y para su gran sorpresa, se dio cuenta que estaba en la carreta del rey, y vestido con las ropas del rey. Se dijo entonces a si mismo: “¡Qué bueno que es ser rey. De seguro, no hay cosa mas grandiosa en este mundo que poder llegar a ser rey!”. Sin embargo, al cabo de unos minutos, el calor del sol comenzó a calentar el interior de la carroza, haciendo que el nuevo rey se sienta sumamente incomodo y acalorado. Se dijo entonces el rey a si mismo: “Yo pensé que ser rey era lo mejor que hay en este mundo, pero me doy cuenta que ser sol es más que ser rey, pues si el sol es capaz de molestar inclusive al propio rey, seguramente que no hay cosa mejor en el mundo que poder llegar a ser sol”. Y sueña el rey que se convierte en sol y se convierte en sol. Y entonces, disfrutando de su nueva condición de sol, se dedico a iluminar y calentar el mundo. Hasta que un buen día … se colocó una gran nube delante del sol e impidió que éste iluminara. Una y otra vez intentó el sol iluminar, mas la nube se ponía en su camino y se lo impedía. Se dijo el sol a si mismo: “Yo pensé que ser sol era lo más grandioso que había en este mundo, pero me doy cuenta que ser nube es mucho más que ser sol, pues si la nube es capaz de molestar al propio sol, eso es señal que es más poderosa aún que él”. Y entonces soñó el sol que se convirtió en nube, y efectivamente se convirtió en nube. Durante varios días se dedico a molestar e importunar al sol … Hasta que un buen día, llegó un fuerte viento y corrió violentamente a la nube de su lugar. La nube intentó importunar nuevamente al sol, mas otra vez el viento vino y se lo impidió. Se dijo entonces la nube a si misma: “Yo pensé que ser nube era lo más grandioso del mundo, pero me doy cuenta que ser viento es mucho más que ser nube, pues el viento es capaz de molestar inclusive a la nube, señal que es más poderoso aún que ella”. Y soñó la nube que se convirtió en viento, y de pronto se convirtió en viento.
Y disfrutando de su nueva condición de viento, se dedico a molestar a las nubes e impedir que estás tapen al sol, además de soplar fuertemente en determinados lugares del planeta y causar grandes daños y destrozos.
Un buen día, una enorme montaña se topo ante el viento. El viento se dijo a si mismo: “Ahora voy a destruir para siempre a esa altanera y orgullosa montaña”. Juntó todas sus fuerzas y se dirigió a embestir violentamente a aquella montaña. Sin embargo, a pesar de que algunas piedras se corrieron de su lugar, y muchos árboles se quebraron y cayeron, la montaña continuó siendo una montaña. Juntó toda su fuerza otra vez, mas no logro hacer desaparecer a aquella enorme montaña.
Se dijo entonces a si mismo: “Yo pensé que ser viento era la cosa más grandiosa del mundo, pero me estoy dando cuenta, que en realidad ser montaña es mucho más que ser viento, pues la montaña puede hacer frente inclusive a un terrible viento”.
Soñó el viento que se convirtió en montaña y se convirtió en montaña. Y durante varios días se dedicó a disfrutar de nueva condición de montaña y de su imponente tamaño y majestuosidad. Sin embargo, a los pocos días de haberse transformado en montaña, llegó una carreta llena de picapedreros, los cuales comenzaron a picar grandes piedras de aquella montaña. Al principio la montaña no les prestó atención, pues simplemente lo sintió cual si le dieran leves pinchazos. Sin embargo, al ver que los picapedreros estaban sacando grandes piedras de la montaña, la montaña reflexionando se dijo a si misma: “Yo pensé que ser montaña es la cosa más grande del mundo. Sin embargo, me doy cuenta que no hay mejor cosa en el mundo que poder ser un picapedrero, pues ellos son capaces inclusive de poder acabar con una gran montaña”.
Y así, transformado otra vez en picapedrero, nuestro picapedrero inicial, se despertó de su sueño …

Muchos son los mensajes que se pueden aprender de este cuento. Uno de ellos, y quizás el principal, es que Hashem pone cerca nuestro todo aquello que necesitamos para poder ser felices, y solo por pensar que ello no es así, nos impedimos de poder disfrutarlo.
Las enseñanzas y la práctica de nuestro judaísmo, tienen el poder de brindarnos una sana visión de la forma cómo vivir nuestra vida. No permitamos que “nubes y montañas” impidan que lo veamos …

La paloma blanca
Había una vez una paloma blanca muy hermosa, la cual se veía diferente de todo el resto de las palomas, las cuales en su mayoría eran de tonos marrones y grises.
Ella sabía que era diferente de todas las demás palomas, y ello le generaba una sensación de incomodidad y de confusión.
Un buen día, se presentó la paloma ante el Creador del mundo y preguntó: ¿por qué fui creada distinta al resto de las palomas? Me siento diferente y rara a causa de ello.
El Creador del mundo, la miró con dulzura, y con gran ternura le dijo: “¿Acaso no ves que eres blanca y pura, y que tus alas relucen cual si fueran dos diamantes? ¿Estarías dispuesta a dejar tu brillo y tu belleza simplemente para sentir que eres igual que todas las demás? ¿Acaso un cambio de tu color de alas realmente te beneficiará?
¡Debes comprender: tu belleza radica justamente en que eres distinta. Tú eres única y especial, y nada en el mundo puede compararse con tu inusual belleza. Debes sentirte feliz y orgullosa por haber sido elegida para ser una paloma blanca, pura y diferente.
Nuestras fuentes comparan al pueblo judío con una paloma, siendo el brillo de nuestro judaísmo el que nos distingue y nos hace diferentes y singulares.
Puede ser que a veces nos sintamos un poco incómodos …, pero el ser distintos es lo que nos otorga nuestra belleza y singularidad …
Actos de bondad
Cuando Rabí Pinjas de Uzida – autor del libro Midrash Shmuel sobre el Tratado de Avot – era aún una persona joven, entró en pleno día de semana vestido con sus ropas sabáticas para visitar al Arí Hakadosh. Al verlo el Arí Hakadosh, se levantó en su honor para recibirlo.
Al salir Rabí Pinjas de Uzida, su alumno Rabí Jaim Vital, le preguntó por qué le había dado tanto honor a aquel joven, parándose para recibirlo. A esto el Arí Hakadosh le contestó: me he levantado en honor a Rabí Pinjas ben Yair (sabio de la época de la Mishná), cuya alma se encontraba en ese momento acompañando a dicho joven.
Al escuchar esto, salió Rabí Jaim Vital en búsqueda de aquel joven. Al encontrarlo, se dirigió inmediatamente a él y le preguntó: ¿Qué mitzvá grande has hecho el día de hoy? Rabí Shmuel le contestó diciéndole: “De camino al Beit Hakneset, escuche ruidos de llantos que salían de una de las casas que se encontraban en mi camino. Fui a averiguar la causa de dichos llantos, y me contaron que en la noche anterior entró un ladrón a la casa, y se robó todas las ropas de los habitantes de aquel hogar, no teniendo siquiera ropa para poder salir a la calle.
Me dirigí diligentemente a mi casa, y me puse de inmediato mis ropas sabáticas, entregándoles a ellos las ropas que uso durante los días de la semana, logrando que puedan salir normalmente de su casa, sin llamar la atención de los transeúntes”. Cuando le contó Rabí Jaim Vital la acción que aquel joven había hecho a su Rabino el Arí Hakadosh, éste le dijo: “debido a que cumplió con la bonita mitzvá de ayudar a las personas necesitadas, en el interior de su alma brillo el alma de Rabí Pinjas ben Yair, quien toda su vida se dedico a hacer actos de generosidad para con sus semejantes …”.
El socio
Había una vez un señor llamado Moishele, el cual tenia una posada en la cual vendía bebidas y alimentos para los viajeros.
Además de atender con mucha calidez a sus clientes, cada vez que alguien tenia algún problema venía y se lo contaba a Moishele.
Alguien que se casó y no podía tener hijos (que a nadie le pase), venía y le contaba a Moishele su pena. Moishele lo calmaba y le decía: “no te preocupes, vas a tener hijos”. Alguien que no tenía trabajo venía y le contaba a Moishele su pena y Moishele le decía: “no te preocupes, vas a encontrar trabajo”. Increíblemente, cada bendición que Moishele daba, al poco tiempo esta se cumplía.
Una vez, un gran sabio escuchó acerca de las “bendiciones” que repartía Moishele, y decidió ir a verlo para averiguar cual era el mérito que le permitía lograrlo.
Moishele no quería contarle, pero finalmente insistió tanto que accedió a su pedido y le dijo así.
Resulta que una vez, en mi familia eramos realmente muy pobres, tan pobres que ni siquiera había dinero para poder comer.
Mi sagrada esposa se dirigió a mí y me dijo: Moishele, tienes que buscarte un socio, de lo contrario nos vamos a morir literalmente de hambre. Si no puedes hacer buenos negocios tu solo, quizás con un buen socio si lo logres.
A Moishele le pareció muy inteligente la recomendación de su esposa, y emprendió sus pasos hacia la calle decidido a buscarse un nuevo socio.
Mientras pensaba en un socio se dijo Moishele para sí mismo: ¿Que clase de socio me voy a buscar? ¿Uno que hoy esta en este mundo y mañana quizás ya no esté? ¿Uno que hoy es fiel y mañana a lo mejor me traiciona? Yo necesito un socio de verdad, un socio que nunca me falle …
Elevo entonces sus ojos hacia el cielo y le dijo a Hashem: “A partir de ahora Tu vas a ser mi socio. De lo que yo gane, la mitad será para mi y mi familia y la otra mitad para vos. La mitad la voy a dar para tzdaka y otras mitzvot, y la otra mitad la utilizaré para mis gastos. A partir de ese momento empecé a vender bebidas y alimentos en el patio de mi casa, y con lo que ganaba hacia exactamente lo que había acordado con el Creador: la mitad lo colocaba en una alcancía detrás del mostrador y la otra mitad era para mi y mi familia.
Cuando la gente llega conmigo y me cuenta sus problemas pidiéndome bendiciones, yo con gusto se las doy, pues las bendiciones que doy … son en realidad las bendiciones de mi socio…

Debemos recordar que siempre tenemos un socio “en el cielo” que esta junto a nosotros. En la medida en que asociemos al Creador a nuestras vidas, Sus bendiciones fluirán hacia nosotros, transformándonos en fuente de bendición para las personas que nos rodean.

Aprendí del Arca de Noé
Todo lo que yo necesito saber lo aprendí del Arca de Noé

Uno: No pierdas el barco …
Dos: Recuerda que todos estamos en el mismo barco.
Tres: Planea por adelantado. Cuando Noé empezó a construir el Arca, no estaba lloviendo.
Cuatro: Manténte en buena salud. No sea que cuando tengas 600 años, y alguien venga a pedirte que hagas algo verdaderamente grande.
Cinco: No escuches a los críticos; simplemente sigue con el trabajo que necesita ser hecho.
Seis: Construye tu futuro en tierra alta.
Siete: Por razones de seguridad, siempre viaja en pareja.
Ocho: La velocidad no siempre es una ventaja. Los caracoles estaban a bordo junto con las chitas.
Nueve: Cuando estés estresado, ponte a flotar un rato.
Diez: Recuerda, el Arca fue construida por aficionados guiados por la mano de D-s; el Titanic fue construido por profesionales ….
Once: No importa la tormenta, cuando estás con D-s, siempre habrá un Arco Iris esperándote …

Cuentos del Rab Karlibaj

El profesor de Gimnasia
Contó una vez el rabino Shlomo Carlebaj z”l:
Estaba una vez sentado en un avión, y observé un artículo muy interesante en el diario.
Cierta persona contaba así: Mi hijo de doce años regresó a casa del colegio y me dijo: “Papá, te quiero mucho”, a lo que yo le respondí: “¿Y ahora qué quiere?
Me dijo el niño: te diré la verdad padre, nuestro profesor pidió a toda la clase, que cuando regresemos a nuestra casa le digamos a nuestros padres cuanto los queremos, y que mañana le contemos que nos contestaron al decirselos …
Me enoje terriblemente, contó el papá. ¡Que atrevimiento!, un profesor que debería de enseñar geografía, historia y cosas por el estilo … ¿quién es él para entrometerse así en nuestras vidas personales?
Le pregunte entonces a mi hijo: “¿quién es ese profesor?”.
Me contestó: “el profesor de gimnasia”.
Pensé para mis adentros: ese es el atrevimiento más grande del mundo, ¡que repugnante! El tiene que enseñar a los niños como entrenarse, ¿quién es él para meterse en nuestras vidas?
Le dije pues a mi hijo: “mañana cuéntame lo qué dijeron los demás alumnos”
Pues bien, regresó mi hijo al día siguiente del colegio y me dijo: “entre el 85 y 90 % de los padres de los alumnos, cuando estos les dijeron “te quiero mucho”, sus padres le contestaron: ¿y ahora qué quieres pedirme?. Sus padres no les dijeron: “yo también te quiero mucho” o “yo te quiero más aún”.
Llame entonces al profesor de gimnasia y enojado le pregunte: “¿porqué le pidió a los alumnos que hicieran esa pregunta? ¿Qué tiene que ver eso con la clase de gimnasia?”.
Me contestó entonces el profesor: ¿Sabe usted porque los niños se enferman?
Porque sus padres no les dicen: “te quiero mucho”.
Yo quiero enseñarles a los niños a mantenerse sanos, pero no puedo hacer nada para lograrlo, si sus padres no les dicen también cuánto los quieren …
Está es una enseñanza muy profunda, una enseñanza de verdaderos tzadikim (justos).
Tres lecciones de Rabí Najman
Tres lecciones de Rabí Najman
(Por el Rabino Shlomo Carlebaj z”l)

Nuestro sagrado Rabino, Rabí Najman de Breslav decía: Para ser un servidor de Hashem hace falta aprender tres lecciones.

La primera lección es: una persona tiene que saber como caminar y como pararse. Cuando rezamos, nosotros nos paramos delante de Hashem. Cuando hacemos mitzvót y buenas acciones, nosotros caminamos en el camino de Hashem. Solo los que saben como pararse, saben también cómo caminar. Y sólo los que saben cómo caminar, saben también cómo pararse.

La segunda lección es: una persona debe saber como caer y cómo levantarse. Y eso es muy difícil. Realmente es muy difícil saber cómo caer y cómo levantarse.

Si vos te caes pero estás lleno de alegría, ¿qué es lo que sucede?
Hashem te enseña cómo levantarte. También cuando te caes, tienes que estar lleno de alegría. Dile a Hashem: Soberano del Mundo, yo se que Tu me quieres enseñar algo (a través de la caída). Tú me dices: ¡aprende a caer, aprende a levantarte, aprende a caer, aprende a levantarte …!

La tercera lección es: ¿Qué haces cuando te caes y estás tan quebrantado que ya no puedes levantarte?
¿Qué haces cuando no solamente estás “quebrantado” sino que además estás “destruido”? ¿Qué haces cuando caes y nadie te está sosteniendo la mano? ¿Qué haces cuando te caes y nadie te ayuda a levantarte? ¿Qué haces cuando ya estás en el “final” … y no te puedes levantar?

Mientras tanto, continúa cantando. Mientras tanto, continúa bailando. Mientras tanto, continúa caminando. Mientras tanto continúa parándote. Mientras tanto, continúa amando. Mientras tanto, continúa teniendo esperanzas.

Hasta que de pronto vas a prestar atención y te vas a dar cuenta: que en realidad nunca has caído.
¿Cómo has podido caer, cuando el Uno, Único y Singular te está sosteniendo fuerte todo el tiempo?
¿Acaso no sabes que Hashem está contigo todo el tiempo?
Hashem está contigo todo el tiempo, todo el tiempo. Cuando caminamos, cuando nos paramos y también cuando nos caemos.

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